¿Ha muerto Gabrielle Chanel o vive en cada puntada? Chanel HAUTE COUTURE SS25 es un poema cósmico en movimiento
La colección de CHANEL SPRING/SUMMER 2025 Haute Couture no solo brilla. Te deslumbra. ✨
Se dice que las modas pasan, pero el estilo permanece. Y hay días —raros, como un eclipse o un perfume que te recuerda un amor que nunca fue— en los que la Alta Costura parece más una revelación que una tendencia. En plena Semana de la Alta Costura de París, bajo la bóveda majestuosa del Grand Palais, Chanel lanzó un mensaje sin palabras pero con trenzas gráficas, encajes pintados, botones de cristal y una paleta que cruzaba el amanecer hasta la noche más azul. Un mensaje que decía: “Seguimos aquí, sí, pero mirando más allá”.
El desfile no solo marcaba una temporada más. Celebraba los 110 años de la maison Chanel, y lo hacía como quien abre una vieja carta escrita con tinta morada: con nostalgia, pero también con ese temblor dulce de lo nuevo. La dirección creativa seguía en manos del equipo interno, pero ya sabíamos que Matthieu Blazy está al acecho. Octubre será suyo. Pero este desfile aún tenía otra firma: la de un colectivo que conoce cada botón como si fuera un poema bordado en el aire.
Chanel y el logo que se convirtió en laberinto celestial
“El infinito se teje con hilos invisibles”
La escenografía ideada por Willo Perron no fue una decoración más. Fue una tesis visual, una metáfora en movimiento. Tomó el logo de las dos C entrelazadas —ese símbolo que se ha estampado en sueños, cuellos y pasados amorosos— y lo transformó en una pasarela que serpenteaba como un lazo que no termina nunca. Blanco puro, como el papel antes del poema. Sobre ese fondo, las modelos no caminaban: flotaban. Como si Chanel hubiera dejado de ser una marca para convertirse en un planeta.
Y es que había algo cósmico en todo el planteamiento. Sol y luna en bordados, la sucesión cromática del día a la noche —del lila al negro, del verde pálido al azul medianoche— y esos vestidos largos que parecían trajes de constelaciones. La Alta Costura aquí no era solo lujo, era ritual astronómico.
Pero también había tierra. El tweed seguía siendo el himno de la casa. Blanco y negro, sí, pero también contaminado por brochazos pintados a mano, casi como si un niño artista hubiera reinterpretado un clásico. O como si alguien quisiera decirnos que la historia está para usarse, pero no para repetirla.
Las manos que hablan más que las palabras
“En Chanel, cada puntada tiene memoria”
Una cosa es diseñar, otra muy distinta es saber hacer. Y en esta colección, el savoir-faire de Chanel se paseaba con descaro por cada look. No era solo cuestión de telas nobles o cortes exquisitos. Era técnica pura: botones de cristal tallados como lágrimas antiguas, bordados con símbolos solares, encajes pintados como vitrales góticos, trenzas que parecían garabatos controlados por una musa sobria.
No se trataba solo de gustar, sino de dejar huella. De crear vestidos que susurren historias sin necesidad de abrir la boca. Como ese abrigo naranja-rosado —que no sabes si es caricia o provocación— lanzado encima de un vestido jacquard púrpura que podría haber salido de un jardín en Saturno. ¿Demasiado? Tal vez. Pero así se escribe la Alta Costura. Con exageraciones sagradas.
Una pasarela entre diosas, musas y contradicciones
Lily-Rose Depp, Kylie Jenner, Dua Lipa, Jennie, Pamela Anderson. Las musas de esta era, las diosas del marketing sentimental, estaban todas ahí. Algunas se alzaban como estatuas mitológicas; otras parecían escapadas de un videoclip de los noventa. ¿Era esto coherente con la colección? Puede que no. Pero también puede que sí.
Porque Chanel no busca coherencia, busca impacto. Y aunque hubo críticos que la llamaron «juvenil» o «anticuada», el desfile tenía un código secreto que solo ciertos ojos sabían leer. Era ligero como una burbuja, pero tenía el peso de un legado. Brillaba como el glitter de una discoteca retro, pero escondía la nostalgia de una abuela costurera. Chanel no quiere que la entiendas. Quiere que la sientas.
El legado de Mademoiselle y el futuro que se avecina
“Chanel no envejece. Chanel muta”
Gabrielle Chanel no solo inventó un perfume eterno. Inventó un estilo de vida. Y este desfile fue su misa moderna. Un homenaje sin solemnidad. Un tributo con tacones bajos y bolsos metálicos que, sí, parecían sacados de un cómic del futuro pero también de un baúl vintage.
Se notaba la transición. El susurro de Matthieu Blazy, aún ausente pero inminente, estaba en el aire. Y aunque su nombre no figuró en esta colección, el hecho de que haya sido confirmado para el futuro próximo la convierte, automáticamente, en la última sin autor oficial. Un cierre, un interludio, una bisagra en el tiempo. Como cuando un director se va del teatro y los actores, por una noche, improvisan algo más honesto que todo el libreto.
Chanel 2025 no fue solo ropa. Fue una despedida elegante, una carta de amor bordada a mano, una nota final que no busca puntos suspensivos sino un grito suave.
“La moda se pasa de moda, el estilo jamás” (Coco Chanel)
“Los vestidos no son para mujeres. Son para momentos” (anónimo, pero seguro que lo dijo alguien sabio)
Chanel SS25 y el arte de escribir con hilos invisibles
Esta colección de Chanel es un sueño bordado con las manos del pasado y la mirada del futuro
El logo se hizo camino. La pasarela fue símbolo. La Alta Costura, un acto místico
Cada vestido decía: no hemos terminado de hablar
Y ahora, que todo ha desfilado, que las luces se han apagado y que los hashtags se mezclan como estrellas fugaces en redes sociales, queda una pregunta flotando:
¿Puede una colección hablarnos del tiempo, de la memoria, del amor, sin decir una sola palabra?