¿Puede TERRE BLEUE volver a marcar la moda belga? El renacer de TERRE BLEUE agita el mundo fashion europeo
Estamos en pleno verano de 2025, en Bélgica, y la palabra Terre Bleue resuena como si nunca hubiera desaparecido. Hace apenas un año, parecía que su nombre quedaría archivado en los catálogos de la moda caída en desgracia, junto a tantas otras firmas que no sobrevivieron al vendaval económico. Pero aquí está, viva, vestida de futuro y con aroma retro, desafiando el olvido con un desfile anunciado para septiembre y con escaparates que vuelven a brillar en The Fashion Store.
Recuerdo la sensación de leer aquella noticia sobre la quiebra de Duror Fashion Group. Un golpe seco, un cierre que olía a final. Veintinueve tiendas cerradas, ciento cincuenta personas en la calle, la factura de una tormenta perfecta que mezcló pandemia, guerra, facturas energéticas imposibles y una competencia que mordía por todos lados, desde el fast-fashion hasta el auge de la segunda mano. En aquel momento, las cifras lo decían todo: de 35 millones de euros antes del COVID a apenas 30 millones en el último ejercicio. Y sin embargo, apenas unos meses antes, el propio Peter Perquy se había atrevido a prometer un reposicionamiento más contemporáneo. Ironías de la moda: anunciar modernidad justo antes del naufragio.
Lo que no imaginábamos era que el rescate llegaría con el logo de Colruyt Group. El 30 de agosto de 2024, su filial The Fashion Store se hizo con los derechos de la marca. Una operación quirúrgica dentro de un triple salvamento: Zilton pasó a manos de L&V Fashion, Gigue quedó en el catálogo de Castellino, y Terre Bleue, la joya más versátil, encontró refugio en una casa que ya la conocía de sobra. Mayke Nooteboom, la directora general, no tardó en dejar claro que el plan era conservar la esencia: las líneas, el corte impecable, ese acabado que no es ostentoso pero que seduce al tacto.
La colección otoño-invierno 2025 ya está en las tiendas de The Fashion Store, y su lema, «interconnected-ness», suena más a filosofía vital que a eslogan comercial. Piezas que se hablan entre sí, tejidos que se responden, prints que se reconocen de una prenda a otra. Un guardarropa que no obliga a comprarlo entero, pero que funciona como una sinfonía si lo haces. Los precios siguen anclados en un segmento medio-alto: desde los casi noventa euros por un pull básico hasta los doscientos veinte por una chaqueta con carácter.
No es un giro improvisado. Desde sus inicios en 2002 —y con raíces que se hunden hasta 1938, en la empresa textil de Maurice Perqui—, Terre Bleue ha jugado a ese juego arriesgado de ser elegante sin alardes. Su definición de “casual chic” es menos una tendencia y más un estado de ánimo. Ropa que hace sentir bien y, sobre todo, segura a quien la lleva. El lujo diario que no necesita lentejuelas para hacerse notar.
«La verdad espera. Solo la mentira tiene prisa.» (Proverbio tradicional)
Claro que hoy no se puede hablar de moda sin hablar de cómo y dónde se produce. Terre Bleue mantiene su taller en Túnez, con relaciones de largo plazo y compromisos de pago justo. Visitan, revisan y exigen que no haya explotación infantil. Usan algodón, lino, lana y también reciclados, aunque la mezcla de fibras sigue siendo un problema para el reciclaje total. Es la contradicción de nuestro tiempo: querer lo limpio y puro, pero amar las mezclas que dan mejor caída o textura.
Dentro del universo Colruyt, Terre Bleue se mueve ahora en la órbita de The Fashion Society, junto a marcas como Tommy Hilfiger, Vila o Antwrp, compartiendo 133 tiendas y una plantilla que supera las 850 personas. Allí, la experiencia de compra se adereza con sesiones de personal shopping gratuitas, como si la moda fuera también un diálogo íntimo entre cliente y prenda.
Me gusta pensar que lo que está ocurriendo con Terre Bleue no es solo un caso de buen marketing, sino una lección sobre la memoria de las marcas. Lo vintage no se queda solo en la estética: es la memoria de un patrón bien cortado, de un botón cosido con mimo, de un tejido que envejece sin perder dignidad. Al fin y al cabo, la moda es ese espejo tramposo que nos muestra el futuro con ropas del pasado y nos convence de que lo hemos visto por primera vez.
«En la moda, lo nuevo siempre huele un poco a ayer.»
El próximo 4 de septiembre, en Balen, veremos si la pasarela confirma esta narrativa. El desfile será la prueba definitiva de si esta resurrección es auténtica o solo un paréntesis dorado antes de otro ocaso. Yo quiero creer que no, que Terre Bleue ha encontrado su lugar en este equilibrio extraño entre nostalgia y modernidad. Que el pasado, cuando está bien cosido, aguanta cualquier temporada.
Quizá dentro de unos años, alguien recuerde este 2025 como el año en que una marca belga que estaba a punto de desaparecer decidió vestirse otra vez de presente y salir a la calle como si nada hubiera pasado. Y tal vez ese alguien, al ponerse una chaqueta Terre Bleue, se pregunte si la moda es un juego de supervivencia o una forma de inmortalidad. ¿Será que algunas marcas no mueren nunca, sino que esperan, como un traje guardado, el momento perfecto para volver a salir?