Los slingbacks de los años 50 vuelven con más fuerza que nunca ¿Por qué los slingbacks de 1957 conquistan el armario de 2025?
Estamos en el verano de 2025 en Europa y el aire huele a lino recién planchado, a café en terrazas y a un rumor que viene del pasado: los slingbacks. Ese zapato con talón al aire y correa que lo sujeta, mitad sandalia mitad salón, se cuela otra vez en las calles y pasarelas con la misma discreta autoridad con la que Coco Chanel lo lanzó en 1957. Me detengo en un escaparate y ahí están, en versión kitten, en bloque medio, incluso planos. No gritan tendencia: la susurran. Y ese murmullo es precisamente su arma más seductora.
“El slingback es un vinilo que nunca se raya, solo cambia de aguja.”
Origen: Slingback Shoes Make Major Comeback for Summer 2025
De símbolo retro a clásico que se resiste a morir
Hace décadas, Chanel ideó junto al zapatero Raymond Massaro un gesto calculado: beige para alargar la pierna, puntera negra para acortar el pie, tacón bajo que no castiga y correa elástica que asegura el paso. En aquella época, las mujeres se movían entre salones imposibles y sandalias tímidas; el slingback ofrecía un equilibrio inesperado, casi ingenieril. No era solo estética, era biomecánica camuflada de elegancia.
Ese mismo año, 1957, nacía un arquetipo de zapato que atravesó generaciones como si el tiempo no le tocara. En los armarios de posguerra convivía con kitten heels, cuñas y pumps, consolidándose como un comodín que no se resbalaba ni en la pista de baile ni en la oficina. Y yo, que vivo entre el retro y el futuro, veo en ese invento la prueba de que la moda más duradera no surge del exceso, sino del ajuste perfecto entre función y deseo.
La explicación de su regreso en 2025
Podría sonar a déjà vu, pero no lo es. Lo que ocurre en 2025 es distinto: la moda celebra varias décadas a la vez. Vuelven los setenta para la noche, los noventa en denim, y los cincuenta en zapatos. En este collage, el slingback encaja como pocas piezas. Aporta ventilación en climas cálidos, pulido en oficinas ligeras, estabilidad para una agenda híbrida que no admite tacones de aguja a las diez de la mañana.
No lo digo yo: lo dicen los desfiles y lo repite la prensa especializada. Según Who What Wear, el zapato de líneas limpias y alma retro es la inversión más lógica del verano. Marie Claire lo destaca como el comodín que hace posible pasar del día a la noche sin cargar un par extra en el bolso. Y en J. Adams Shoes, los presentan como una silueta que acompaña tanto a un traje sastre ligero como a un vestido de tirantes.
“Cuando sube el termómetro, el talón respira; cuando baja el sol, el tacón pequeño aguanta.”
Cómo se llevan hoy sin traicionar su ADN
El secreto del slingback actual está en las variaciones. El kitten heel aporta ese aire pulido sin riesgo de tobillo torcido; el bloque medio asegura jornadas maratonianas; los planos se presentan como herederos del ballet flat, pero con un respiro añadido. El guiño Chanel sigue vivo: puntera bicolor que alarga visualmente la pierna y ordena cualquier look con el mismo golpe gráfico que funcionaba en blanco y negro.
Materiales hay para todos los gustos: desde la piel flexible hasta mallas técnicas ligeras que no renuncian al frescor. Incluso tejidos veraniegos con textura contemporánea. Y aquí se esconde la clave editorial: la ergonomía. El slingback sujeta el retropié, reduce fricción y ofrece más kilómetros que un stiletto. Todo ello con un empeine bajo y puntera afilada que, tanto en foto como en movimiento, estilizan como si la silueta obedeciera a un algoritmo invisible.
¿Moda pasajera o inversión sensata?
Me hago esta pregunta mientras veo a jóvenes en París combinarlos con slip dresses y a ejecutivas en Milán llevarlos con trajes fluidos. ¿Son de vestir o del día a día? Son ambas cosas. Nacieron para moverse, no para exhibirse en vitrinas. Su ADN cincuentero está presente, sí, pero reinterpretado en colores suaves, materiales frescos y alturas diversas.
El riesgo de que se marchiten como cualquier tendencia parece mínimo. El historial los protege: cada década han vuelto, cada archivo los ha reeditado, cada icono cultural los ha reafirmado. Desde Jeanne Moreau hasta Catherine Deneuve, pasando por Bardot, el slingback se convirtió en un arquetipo de feminidad funcional que hoy, lejos de caducar, se actualiza.
Nostalgia y psicología del zapato eterno
La moda no vuelve solo por estética: vuelve porque la mente busca lo conocido. Ese “efecto de mera exposición” del que hablan los psicólogos explica que, a fuerza de ver un objeto repetido, lo terminemos amando. Y en tiempos de volatilidad, rescatar códigos familiares tranquiliza. Lo que ayer fue práctico y elegante hoy se percibe como atemporal.
El llamado “ciclo de 20 años” lo respalda. Según Ayana Active, la moda gira sobre sí misma con intervalos calculables. Pero en 2025, ese ciclo se acelera: conviven los setenta, los noventa y los dos mil, todo al mismo tiempo. El slingback resiste esta avalancha porque ofrece algo que pocas tendencias tienen: utilidad.
Como apunta Who What Wear, no se trata de simple nostalgia. Es nostalgia funcionalizada, nostalgia que resuelve. Y por eso dura más que el revival de una estética fugaz.
“El buen gusto no pasa de moda, solo se reencarna en materiales nuevos.”
El archivo vivo y la tecnología invisible
Lo que veo venir es un archivo que late. Las casas seguirán reediciones con micro-ajustes de confort, suelas ligeras, elásticos invisibles, tejidos que transpiran. El diseño seguirá siendo reconocible, como ese vinilo bicolor en el espejo. Pero la aguja será nueva: más afinada, más cómoda, más invisible.
El slingback no es solo un zapato, es un pacto entre ergonomía y deseo. Es Chanel en 1957 y es París en 2025. Es la demostración de que la verdadera modernidad no está en romper con el pasado, sino en conversarlo de nuevo, cada vez con distinta voz.
Una última incógnita
Mientras lo escribo me pregunto: ¿qué otro objeto de nuestro presente resistirá el archivo futuro? ¿Qué pieza de 2025 mirará alguien en 2075 con la misma mezcla de nostalgia y asombro con la que hoy miramos el slingback? ¿Será una zapatilla, un bolso, un smartwatch o, quién sabe, un simple zapato con el talón al aire?