¿Shanghai impone el nuevo lujo RETROFUTURISTA? Hermès reinventa el FUTURO con botas, caballos y luces digitales
La palabra clave es FUTURO, y todo lo que vi en aquel desfile en Shanghai parecía salido de un sueño futurista tejido a mano por la más antigua de las tradiciones ecuestres. No fue solo un desfile de Hermès. Fue una ceremonia. Un encantamiento. Una visión quirúrgicamente orquestada donde las botas de montar se funden con el pulso de los rascacielos, donde las capas de lana pesada se recortan contra un fondo de neón y niebla. El futuro del lujo tiene forma de caballo, pero también huele a bytes, cuero y lluvia.
Hace tiempo que dejé de ir a los desfiles de moda esperando únicamente ver ropa. Ya no se trata de telas. Se trata de ideas. Y Shanghai, en esta ocasión, me entregó algo mucho más poderoso que un look de temporada: me dio una pista del mapa emocional con el que se va a construir el lujo en los próximos años. El futuro, por cierto, ya no vive en París. Ahora galopa con paso firme por las orillas del río Huangpu.
La pasarela entre la niebla que habló todos los idiomas del lujo
Recuerdo la sensación exacta cuando los muros giratorios comenzaron a abrirse y la ciudad se reveló detrás como si fuera un holograma enviado desde otro siglo. North Bund Bay, ese trozo de tierra donde Shanghai se mira al espejo futurista, fue la tarima perfecta para que Hermès desplegara su visión de un mundo sin fronteras entre la tradición ecuestre y la ciencia ficción silenciosa. Fue como si Nadège Vanhée-Cybulski hubiera encontrado la ecuación perfecta entre Baudelaire y Blade Runner.
La elección de ese lugar fue casi poética. El agua, los rascacielos, las nubes que parecían programadas por un algoritmo romántico… Todo tenía una intención. Todo era una coreografía pensada para elevar la moda al rango de liturgia. “El lujo ya no se vende, se invoca”, me dije, mientras las modelos aparecían vestidas como si vinieran de cabalgar entre estaciones de tren abandonadas y galerías de arte digital.
Pero también hubo algo inquietante: ¿cómo se mantiene una maison de casi dos siglos relevante en una ciudad donde cada día nace una nueva definición de belleza? La respuesta fue tan simple como sublime: manteniendo la elegancia, pero actualizando el lenguaje. Y eso fue lo que logró Hermès con esta colección.
“Las botas no son un accesorio, son una armadura”
Hermès ha entendido algo que muchas marcas olvidan: que el pasado no es un lastre, sino una fuente. Y de esa fuente bebieron todas las piezas de la colección Otoño/Invierno 2025, que parecían inspiradas en el cuaderno de bocetos de una amazona urbana con Wi-Fi en las espuelas. Capas gruesas que recordaban mantas de caballo, cortes rectos que olían a establo pero hablaban en código digital.
Las botas de cordones cruzados fueron el grito de guerra silencioso. No eran zapatos. Eran declaraciones. Eran gritos de independencia. Como si cada paso de esas modelos dibujara un nuevo territorio en el mapa del lujo.
“Elegancia es galopar sin pedir permiso”, pensé. Y ahí estaba: la moda ecuestre no como un juego de nostalgias rurales, sino como un manifiesto de autonomía para una mujer que ya no espera que le abran las puertas del futuro. Las abre ella misma, con el tacón firme de sus botas sobre el asfalto de Shanghai.
Cuando la pasarela se convierte en arquitectura emocional
El show fue, también, un despliegue de lo que se puede lograr cuando la moda se alía con la tecnología sin perder el alma. Los muros giratorios, el skyline revelado en sincronía perfecta con la música, los juegos de luces que hacían vibrar la tela como si respirara. Hermès no mostró una colección: construyó una experiencia sensorial de principio a fin.
“Ya no se trata de vender ropa, sino de construir universos”, me dijo alguien entre bambalinas. Y lo creí. Porque lo que vi ahí fue una instalación de arte en movimiento. Un cine sin cámaras. Un poema sin versos, bordado en seda y cashmere.
Es curioso, porque cuanto más digital se vuelve el mundo, más hambre tenemos de autenticidad. Y ahí está el truco: Hermès responde a esa necesidad con piezas que, aun siendo sofisticadas, mantienen la crudeza elegante del trabajo hecho a mano. Un chaleco puede ocultar una historia. Una capa puede ser un refugio.
El lujo ya no tiene pasaporte
Shanghai no es solo una ciudad. Es una declaración. Y este desfile lo confirmó. El lujo del futuro será multicultural o no será. No por corrección política, sino porque la riqueza estética ya no cabe en un solo continente. Porque lo que se valora ahora es la capacidad de traducir sentimientos en formas, herencias en diseño, tradición en provocación.
Nadège Vanhée-Cybulski no solo creó ropa; tejió un puente entre el caballo francés y la mujer china de hoy. Entre la monarquía del pasado y la energía callejera de TikTok. Entre el desfile clásico y la experiencia inmersiva que puedes ver desde tu teléfono.
“La herencia no se hereda. Se reinterpreta”, decía un grafiti cerca de mi hotel. Y pensé: eso es Hermès ahora. Un emblema que no teme ser reescrito.
Del establo al algoritmo, sin perder la elegancia
Esa es, quizás, la lección más hermosa de todo lo que presencié. Que una marca puede hablar en HTML sin dejar de bordar a mano. Que se puede diseñar con inteligencia artificial y aún así emocionar. Que se puede pisar fuerte en Shanghai sin olvidar el olor a cuero de un taller en París.
Los accesorios adaptativos —capas que se convierten en mantas, cinturones que mutan en bolsos, ponchos con múltiples vidas— son el ejemplo perfecto de que la versatilidad ya no es una tendencia, es una necesidad vital. Ya no nos vestimos para una ocasión. Nos vestimos para sobrevivir a todas.
Y sí, también hubo Kelly bags. También hubo audífonos de cuero y guantes táctiles. Pero más allá de la anécdota tecnológica, lo que quedó fue una sensación de pertenencia emocional. Como si Hermès nos dijera: «Esto no es solo moda. Es un refugio. Es tu armadura. Es tu historia contada en hilos.»
“El futuro no será digital ni analógico. Será emocional.”
“Lo ancestral no es viejo. Es sabio.”
“La verdad espera. Solo la mentira tiene prisa.” (Proverbio tradicional)
¿Quién escribe los nuevos códigos del lujo?
Lo que vi en Shanghai no fue solo el futuro del prêt-à-porter. Fue una visión del alma humana traducida a tela. Fue la prueba de que, en tiempos de ruido, la elegancia sigue siendo una forma de resistencia. Pero también me dejó una pregunta que no logro responder del todo:
¿Quién definirá los códigos del próximo lujo? ¿Las grandes casas? ¿Los algoritmos? ¿Nosotros, con nuestras contradicciones y anhelos?
Puede que Hermès no tenga todas las respuestas, pero ha logrado algo mejor: ha formulado las preguntas correctas. Y mientras esas preguntas resuenan en la pasarela de nuestra conciencia, el futuro —ese caballo salvaje— sigue galopando.
Integración de enlaces:
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La cobertura detallada del evento está disponible en esta entrevista.
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La exploración de la estética ecuestre y su evolución puede leerse en este análisis.
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Para más sobre la visión de Nadège Vanhée-Cybulski, recomiendo esta fuente.
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Las referencias a la narrativa arquitectónica del desfile están desarrolladas en este artículo.
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Y si buscas una síntesis visual del evento, puedes verla aquí.
¿Estamos listos para vestir emociones? ¿O seguiremos midiendo la moda solo por el precio de sus etiquetas?