¿Es SAINT LAURENT TALKS el secreto mejor guardado del arte contemporáneo? La estética futurista que esconde el alma retro de SAINT LAURENT TALKS
Descubrí SAINT LAURENT TALKS como quien se topa con una joya olvidada en un baúl de terciopelo negro. No fue en una pasarela, ni en un festival de cine, ni siquiera en una galería. Fue en la penumbra de un vídeo monocromático, donde la luz parecía hablar más que los propios protagonistas. Un susurro visual, una atmósfera tan contenida que parecía que el tiempo se había detenido para escuchar. Desde entonces, lo confieso, no he vuelto a ver una entrevista con los mismos ojos.
SAINT LAURENT TALKS, ese podcast artístico de estética monacal y sofisticación milimétrica, tiene algo que desarma. Tal vez sea el blanco y negro, que arranca el artificio de la imagen como quien pela una fruta madura. O quizás sea esa cadencia de las voces, que no buscan convencer ni provocar, sino simplemente compartir una verdad momentánea. Como si cada episodio fuera una confesión murmurada en la trastienda de un museo.
No hay música de fondo. No hay efectos especiales. Solo un plano fijo, una conversación honesta y un universo visual tan controlado que parece diseñado por Kubrick en su fase más contenida. Pero también, y ahí está la sorpresa, late una expresión creativa que no necesita gritar para quedarse en la memoria.
El blanco y negro como eco emocional del futuro
“El alma no tiene color”, decía mi abuela mientras bordaba silenciosamente a la luz de una lámpara antigua. Quizás por eso, cuando veo estos episodios en blanco y negro, siento que el tiempo se dobla sobre sí mismo. El presente adquiere un peso melancólico. El pasado parece recién estrenado. Y el futuro… ah, el futuro se vuelve reconocible como un sueño que ya tuvimos.
Hay algo en ese formato que te obliga a mirar más allá de la superficie. Sin la distracción del color, la imagen se convierte en gesto, sombra, mirada. Es como leer una carta escrita a mano en lugar de un mensaje de WhatsApp. Te hace detenerte. Respirar. Sentir.
“Ver en blanco y negro es como mirar el alma desnuda del mundo.”
Pero también hay algo perversamente elegante en ello. Esa estética minimalista, al borde de lo monacal, tiene un poder casi hipnótico. Se cuela bajo la piel. Te hace cómplice. Y en tiempos de estímulos constantes y saturación visual, esa desnudez se siente como un lujo impensable.
Paolo Sorrentino y el cine como religión
Cuando vi el episodio con Paolo Sorrentino, entendí que esto no era un experimento estético: era una declaración de fe. Sorrentino, con su mirada de poeta napolitano y sus silencios cargados de liturgia, parecía más sacerdote que cineasta. Habló de mujeres libres, de ciudades tristes, de belleza como provocación. Y lo hizo sin levantar la voz.
“El arte verdadero siempre se siente como un salto al vacío.”
Y vaya si lo sabe él, que en Parthenope —coproducida por Saint Laurent Productions— nos lleva de la mano por una Nápoles onírica donde cada plano parece una plegaria. ¿Cómo una marca de moda terminó coproduciendo cine de autor con ese nivel de ambición estética? Fácil: entendieron que vestir cuerpos ya no era suficiente. Ahora hay que vestir almas.
Pero también hay algo más inquietante. Esta alianza entre moda de lujo y cine de autor no solo está creando nuevas formas visuales. Está redefiniendo quién tiene el poder de contar historias. Porque cuando Saint Laurent se convierte en productora cultural, no solo cambia la pasarela: cambia la pantalla, la narrativa, la mirada.
El arte de conversar en un templo silencioso
Hay algo litúrgico en estas entrevistas. El decorado invisible, la iluminación medida al milímetro, los silencios que no incomodan. Augustin Trapenard, el periodista que oficia este ritual con elegancia contenida, no interroga: invita. Sus preguntas no buscan respuestas rápidas. Buscan grietas. Fisuras. Momentos de verdad.
Y en ese formato tan austero, tan limpio, lo que emerge es brutalmente humano. Lo vemos en Charlotte Gainsbourg hablando de pérdida con una dignidad rota. En Gaspar Noé, desarmado, dejando ver la ternura que esconde bajo su máscara de enfant terrible. Cada uno, sin saberlo, se convierte en protagonista de una pequeña película sin guion.
“Estas entrevistas no se ven. Se habitan.”
Pero también es cierto que no todos pueden soportar ese espejo. La cámara no perdona. El silencio tampoco. No hay espacio para el marketing, ni para el ego desbocado. Solo queda la voz. El rostro. El temblor.
El retro sofisticado como lenguaje del futuro
Llama la atención cómo algo tan retro puede sentirse tan vanguardista. Esa es, tal vez, la paradoja más fascinante de SAINT LAURENT TALKS: su capacidad de convertir lo antiguo en lo inevitablemente nuevo. Como si el futuro se hubiera detenido a mirar por el retrovisor y decidiera que, después de todo, lo importante no es avanzar más rápido, sino con más alma.
Esa fusión entre retro sofisticado y estética futurista no es una moda: es una filosofía. Una postura ante la banalidad de los días. En un mundo donde todo parece diseñado para ser olvidado, aquí se construye algo destinado a perdurar. Y lo hacen sin pirotecnia. Sin urgencia. Sin ruido.
Las marcas ya no venden ropa, venden sensibilidad
No nos engañemos: las marcas de lujo siempre han tenido un pie en el arte. Pero ahora ese pie está pisando fuerte. Saint Laurent, con este proyecto, ha decidido dejar de ser espectadora para convertirse en autora. Ya no se limita a inspirarse en artistas: los convoca, los produce, los amplifica.
Es una jugada audaz, sí. Pero también profundamente coherente. En tiempos donde la identidad es una performance y el estilo una ideología, construir contenido que tenga alma se vuelve el verdadero lujo. Y eso es lo que hace Saint Laurent: crear una nueva narrativa visual, íntima, precisa, profundamente humana.
“El verdadero poder está en quien sabe mirar despacio.”
Pero también hay una advertencia implícita: esto no es para todos. No es masivo. No es viral. No busca el like fácil ni el trending topic. Es contenido para quienes aún creen que una imagen puede cambiarte el ánimo. O el día. O la vida.
El futuro es una conversación lenta en blanco y negro
SAINT LAURENT TALKS no es un podcast, ni una campaña, ni una serie de entrevistas. Es un estado mental. Un refugio para quienes buscan algo más que ruido. Un manifiesto visual que dice, sin decirlo: “Aquí, lo importante aún importa”.
Y sí, puede que dentro de unos años esta tendencia se diluya, que el algoritmo imponga su dictadura de lo efímero. Pero también puede que no. Puede que esto sea el germen de algo más grande. De un nuevo modo de ver. De una estética que no busca seducir, sino tocar.
¿Y si el arte del futuro no fuera espectacular, sino íntimo? ¿Y si el cine de autor encontrara su próxima edad de oro en manos de una casa de moda? ¿Y si escuchar en blanco y negro fuera la forma más moderna de entender el mundo?
Yo ya hice mi elección. Me quedo en esta penumbra sofisticada, donde cada gesto parece eterno y cada silencio dice más que mil palabras.
Porque a veces, el futuro entra en puntillas, vestido de negro, y susurra en tu oído: “mira bien, que esto no se repite”.