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BOSS Fall/Winter 2025 revela la fuerza de la ambición sin límites

BOSS Fall/Winter 2025 revela la fuerza de la ambición sin límites. El secreto de BOSS: cómo ser la chispa que enciende tu destino

Estamos en otoño de 2025, con el aire cargado de esa mezcla inquietante de expectativa y deseo que siempre acompaña a las grandes campañas globales. BOSS FALL/WINTER 2025 irrumpe en escena como un manifiesto en movimiento, un pulso que late entre idiomas, entre paisajes sonoros de música dinámica y palabras que arden en la memoria: “Be the spark”, “Be the light force”, “I want to be the next champion”. No es una simple colección, es una llamada a la ambición, una invitación descarada a mirar al espejo y reconocer que el poder de cambiar la historia empieza en uno mismo.

La narrativa es clara, contundente, casi eléctrica. Un lenguaje que combina inglés y coreano, como si dos mundos distintos decidieran unirse para pronunciar un mismo verbo: avanzar. El resultado no es un desfile congelado en imágenes bellas, sino una marcha, un grito contenido, un recordatorio de que ser el próximo campeón o la próxima leyenda no es cuestión de azar, sino de decisión.

El viaje de Amelia Gray y la fuerza de lo íntimo

En medio de este torbellino aparece Amelia Gray, con un relato que no suena a guion aprendido, sino a confesión sincera. Habla de su niñez marcada por la presencia de mujeres fuertes, de la chispa que esas figuras encendieron en su interior. Gray no se presenta como un icono lejano, sino como alguien que aprendió a construir su fuerza desde la fragilidad, alguien que decidió ser dueña de su camino cuando comprendió que la dirección verdadera no viene de fuera, sino de lo más profundo del ser.

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Ella insiste en que su historia no es una meta alcanzada, sino un trayecto apenas iniciado. Esa declaración es tal vez el detalle más humano y más poderoso de toda la campaña: el éxito no es una corona fija, sino una escalera interminable. El espectador se enfrenta, así, a una paradoja deliciosa: una colección que celebra el presente, pero cuyo verdadero mensaje apunta al futuro.

BOSS como símbolo de liderazgo y futuro

La colección se viste de metáfora. Cada prenda se convierte en armadura y cada palabra en consigna. Se repite, casi como un rezo, la idea de ser luz, de ser chispa, de encender algo más grande que uno mismo. El concepto de “be your own boss” no se limita a la ropa, se traduce en una filosofía vital: la de tomar el control sin pedir permiso, caminar sin esperar instrucciones, avanzar aunque el mundo dude.

El video aprovecha la fuerza de la música para subrayar esta energía. Sonidos que golpean como tambores de guerra moderna, frases que atraviesan la pantalla y que invitan a imaginar que no estamos viendo un anuncio, sino un manifiesto personal. “Be the next legend”, murmuran las imágenes, y uno se pregunta si de verdad esa consigna no está dirigida a todos los que sienten que todavía tienen algo por demostrar.

El juego de lenguajes y la universalidad de la ambición

La elección de combinar inglés y coreano no es un simple recurso estético. Es un recordatorio de que la ambición no tiene patria. Dos idiomas distintos que, en lugar de separarse, se enlazan como piezas de un mismo motor. El mensaje es directo: la fuerza de ser jefe de tu propio destino es universal. No importa el acento con que lo pronuncies, lo que importa es que lo digas con firmeza.

El destino no se espera, se toma”. Esta frase que podría haber salido de un antiguo proverbio resuena en cada transición de la campaña. Y lo curioso es que, entre tanta estética moderna, entre tanto brillo futurista, late una verdad tan antigua como el tiempo: quien no se atreve a dar un paso hacia delante, queda condenado a quedarse donde siempre estuvo.

El espejo de la ambición personal

Mirando el video, uno casi siente que está frente a un espejo incómodo. La pregunta que se desliza entre cada frase no es “¿te gusta la ropa?”, sino otra mucho más punzante: “¿qué estás haciendo con tu vida?”. Porque si Amelia Gray se atreve a confesar que apenas empieza su trayecto, ¿qué excusa queda para quienes siguen esperando la señal perfecta para moverse?

La colección no habla solo de telas o de cortes impecables. Habla de cicatrices, de decisiones, de esas pequeñas renuncias y victorias que moldean la verdadera identidad. Al final, lo que BOSS propone no es tanto vestir un traje como ponerse encima una declaración de intenciones.

La chispa que enciende el futuro

Lo fascinante es cómo el concepto de “spark” atraviesa todo el relato. La chispa no es el fuego, pero sin ella el fuego jamás existiría. Ser la chispa implica atreverse a encender lo incierto, a prender el motor cuando los demás todavía dudan. “Be the spark” no es un lema, es un reto.

En ese sentido, Amelia Gray encarna con precisión quirúrgica la esencia de esta campaña: alguien que reconoce la herencia recibida, que abraza las figuras que le inspiraron, pero que a la vez declara sin titubeos que quiere más, que va por más, que no se conforma con ser una sombra de nadie.

Un manifiesto que late en presente

Este video se siente menos como un anuncio de temporada y más como un diario colectivo. Es como si BOSS quisiera recordarnos que cada invierno trae consigo no solo abrigos, sino preguntas. Preguntas que se clavan como aguijones: ¿quieres ser el próximo campeón? ¿quieres ser la próxima leyenda? ¿quieres ser la luz que guía o prefieres seguir caminando en penumbra?

El acierto está en no dar respuestas cerradas, sino en dejar la puerta abierta a la interpretación personal. Al final, la ropa se convierte en símbolo, pero el viaje pertenece a cada uno.


“Quien enciende su propia luz, nunca teme a la oscuridad.”


No es casual que esta campaña llegue justo en un momento donde la gente necesita recordar que siempre hay margen para empezar de nuevo. BOSS no promete milagros, pero sí ofrece una certeza: el futuro pertenece a quienes se atreven a reclamarlo.

Y entonces la pregunta queda flotando, incómoda, persistente, casi insolente: si Amelia Gray dice que su camino apenas comienza, ¿no será que el nuestro también?

Maison Margiela arrasa con la moda futurista más extrema

Maison Margiela arrasa con la moda futurista más extrema. Maison Margiela convierte la pasarela vanguardista en pura emoción sensorial

Estamos en otoño de 2025 en Milán, la ciudad que respira moda con cada esquina, y lo que acabo de presenciar en la Milan Fashion Week con la nueva colección de MAISON MARGIELA para otoño invierno 2025/26 me ha dejado con la piel erizada. ¡Qué locura más brillante! Lo digo sin titubear: Maison Margiela sigue siendo la única capaz de mantener la llama de la deconstrucción textil sin volverse predecible. La pasarela vanguardista que acabo de ver no fue un simple desfile, fue una especie de viaje sensorial donde la moda futurista dejó de ser una fantasía para convertirse en algo tangible, algo que se podía casi respirar.

El ambiente entero parecía diseñado para romper las normas, para recordarnos que la moda como arte no es un lema vacío sino un manifiesto en tela, luz y sonido. Las prendas no solo vestían, hablaban, gritaban, susurraban. Algunas eran arquitecturas portables, otras parecían esculturas hechas para abrazar la piel. Y ahí, justo en ese choque de materia y emoción, Margiela volvió a demostrar que el futuro no está en los hologramas ni en las telas digitales, sino en un forro al revés, en una costura expuesta, en esa cicatriz visible que se convierte en belleza pura.

Maison Margiela arrasa con la moda futurista más extrema 15

la deconstrucción como lengua materna

Hace tiempo, cuando Martin Margiela comenzó a sacar forros hacia afuera, a dejar hilvanes como si fueran bordados, muchos pensaron que aquello era una provocación pasajera. Hoy lo miro desde esta pasarela y me doy cuenta de que fue la fundación de un lenguaje. La deconstrucción textil se convirtió en gramática, en sistema, en herencia. No es un capricho estético: es la forma más radical de decir que la ropa tiene un alma y que mostrar sus entrañas es un gesto de verdad.

La belleza también puede ser un error expuesto

Eso pensé al ver un abrigo con las costuras desbordadas como venas sobre la piel. El truco está en que Margiela no disfraza el proceso, lo convierte en espectáculo. Cada prenda es como leer el cuaderno de bocetos del sastre, pero en tamaño real, caminando frente a ti. Y es ahí donde la moda futurista encuentra su raíz: en volver visible lo invisible, en hacer que el patrón hable antes que el tejido terminado.

técnicas experimentales que parecen alquimia

Lo que más me fascina de esta colección es cómo se percibe la mano humana y a la vez la sensación de estar viendo ropa llegada de otro planeta. Patchworks imposibles, gabardinas desmontadas y vueltas a ensamblar como si fueran maquetas de arquitectura, tules que flotan como humo, texturas rugosas que parecen hablar. El método de Margiela es casi alquímico: recuperar, desmontar, deshilachar, volver a coser.

En la línea Artisanal ya habían hecho historia con piezas creadas a partir de tapicerías antiguas, alfombras o incluso muebles desarmados. Pero ahora lo llevan más lejos: lo táctil se vuelve protagonista absoluto. ¡Era como querer tocar cada pieza! Las texturas innovadoras parecían diseñadas para ser leídas con las manos más que con los ojos. Y aquí me viene la duda: ¿será ese el futuro de la moda, una ropa que más que mirarse se palpe, que invite a un diálogo con la piel?

la estética conceptual que cambió las reglas

Me resulta curioso cómo todavía hay quien piensa que la moda es puro adorno. Quien haya visto un desfile de Margiela sabe que está ante algo más cercano a una instalación de arte contemporáneo que a un escaparate comercial. La estética experimental y conceptual de la maison no sigue tendencias, las crea. No es que adapte la moda a lo que pasa en la calle: lo que pasa en la calle muchas veces es consecuencia de lo que Margiela decide mostrar en la pasarela.

El patrón convertido en manifiesto

Eso es Margiela, y por eso su impacto cultural es tan profundo. Al normalizar la costura visible, al legitimar el acabado crudo como lujo, abrió la puerta a toda una generación de diseñadores que dejaron de tener miedo al error. Margiela enseñó que el taller puede ser escenario y que lo inacabado también puede ser sublime.

sastrería moderna entre la escultura y la emoción

La sastrería, ese pilar que parecía intocable, también fue puesta bajo el bisturí conceptual. Chaquetas deshechas para volver a coserse en torsiones imposibles, abrigos que parecen microarquitecturas, pantalones que juegan con proporciones casi escultóricas. La sastrería moderna en manos de Margiela no es un traje formal: es un laboratorio de volúmenes, vacíos y movimientos.

Vi una chaqueta con pinzas retorcidas que generaban un vacío en la espalda, como si la tela hubiera aprendido a respirar. Y pensé: ¿acaso no es eso lo que buscamos en la ropa? Que nos acompañe, que nos dé forma, pero que también nos sorprenda con un gesto inesperado.

cuando la pasarela es pura experiencia futurista

El desfile en sí fue otra historia. No era solo ropa caminando: era una orquesta visual y sonora. Las asimetrías de las prendas se extendían al maquillaje y al peinado, creando una coherencia total. La luz jugaba con materiales translúcidos, los brillos metálicos reflejaban como espejos en movimiento, los plásticos parecían hablar cada vez que rozaban el aire. Todo estaba diseñado para que la pasarela vanguardista se convirtiera en una experiencia sensorial completa.

Era como entrar en un universo paralelo, donde el tejido no solo cubre sino que se convierte en interfaz, en superficie que comunica. La ropa no era superficie: era luz, sonido, tacto, incluso memoria.

el legado que aún respira

Lo que más me impresiona de Maison Margiela es esa capacidad de mantener vivo un legado sin quedarse atrapado en él. La firma no repite fórmulas: las retuerce, las reinventa, las lleva más allá. Y esa coherencia entre pasado y futuro la convierte en la maison que mejor encarna la moda como arte.

“La verdad espera. Solo la mentira tiene prisa.” (Proverbio tradicional)

Pienso en esa frase y la aplico al desfile: Margiela nunca ha corrido tras las tendencias, las ha dejado venir a él. Y lo ha hecho mostrando que la verdad de una prenda está tanto en su interior como en su exterior.

un guiño vintage hacia el mañana

Lo que vi en Milán fue un futuro textil que no se basa en efectos digitales sino en agujas, costuras y cortes. Una especie de retrofuturo de taller, donde lo manual vuelve a ser lujo y lo imperfecto se transforma en poesía. Como un vinilo que cruje cada vez que lo pones, así son las prendas de Margiela: imperfectas, ruidosas, llenas de alma.

Y me quedo con esa imagen: ropa como escultura habitable, moda como emoción táctil, pasarela como experiencia total. Un presente que ya es futuro y que, paradójicamente, mira hacia atrás para seguir avanzando.

Entonces me pregunto: ¿hasta dónde puede llegar Margiela con esta forma de entender la moda? ¿Será posible que el lujo del mañana no esté en lo nuevo, sino en la huella visible del proceso? ¿En esa costura torcida que, lejos de ser un error, se convierte en la firma más humana de todas?

Los slingbacks de los años 50 vuelven con más fuerza que nunca

Los slingbacks de los años 50 vuelven con más fuerza que nunca ¿Por qué los slingbacks de 1957 conquistan el armario de 2025?

Estamos en el verano de 2025 en Europa y el aire huele a lino recién planchado, a café en terrazas y a un rumor que viene del pasado: los slingbacks. Ese zapato con talón al aire y correa que lo sujeta, mitad sandalia mitad salón, se cuela otra vez en las calles y pasarelas con la misma discreta autoridad con la que Coco Chanel lo lanzó en 1957. Me detengo en un escaparate y ahí están, en versión kitten, en bloque medio, incluso planos. No gritan tendencia: la susurran. Y ese murmullo es precisamente su arma más seductora.

“El slingback es un vinilo que nunca se raya, solo cambia de aguja.”

 

Origen: Slingback Shoes Make Major Comeback for Summer 2025

De símbolo retro a clásico que se resiste a morir

Hace décadas, Chanel ideó junto al zapatero Raymond Massaro un gesto calculado: beige para alargar la pierna, puntera negra para acortar el pie, tacón bajo que no castiga y correa elástica que asegura el paso. En aquella época, las mujeres se movían entre salones imposibles y sandalias tímidas; el slingback ofrecía un equilibrio inesperado, casi ingenieril. No era solo estética, era biomecánica camuflada de elegancia.

Ese mismo año, 1957, nacía un arquetipo de zapato que atravesó generaciones como si el tiempo no le tocara. En los armarios de posguerra convivía con kitten heels, cuñas y pumps, consolidándose como un comodín que no se resbalaba ni en la pista de baile ni en la oficina. Y yo, que vivo entre el retro y el futuro, veo en ese invento la prueba de que la moda más duradera no surge del exceso, sino del ajuste perfecto entre función y deseo.

La explicación de su regreso en 2025

Podría sonar a déjà vu, pero no lo es. Lo que ocurre en 2025 es distinto: la moda celebra varias décadas a la vez. Vuelven los setenta para la noche, los noventa en denim, y los cincuenta en zapatos. En este collage, el slingback encaja como pocas piezas. Aporta ventilación en climas cálidos, pulido en oficinas ligeras, estabilidad para una agenda híbrida que no admite tacones de aguja a las diez de la mañana.

No lo digo yo: lo dicen los desfiles y lo repite la prensa especializada. Según Who What Wear, el zapato de líneas limpias y alma retro es la inversión más lógica del verano. Marie Claire lo destaca como el comodín que hace posible pasar del día a la noche sin cargar un par extra en el bolso. Y en J. Adams Shoes, los presentan como una silueta que acompaña tanto a un traje sastre ligero como a un vestido de tirantes.

Los slingbacks de los años 50 vuelven con más fuerza que nunca 16 Los slingbacks de los años 50 vuelven con más fuerza que nunca 17

“Cuando sube el termómetro, el talón respira; cuando baja el sol, el tacón pequeño aguanta.”

Cómo se llevan hoy sin traicionar su ADN

El secreto del slingback actual está en las variaciones. El kitten heel aporta ese aire pulido sin riesgo de tobillo torcido; el bloque medio asegura jornadas maratonianas; los planos se presentan como herederos del ballet flat, pero con un respiro añadido. El guiño Chanel sigue vivo: puntera bicolor que alarga visualmente la pierna y ordena cualquier look con el mismo golpe gráfico que funcionaba en blanco y negro.

Materiales hay para todos los gustos: desde la piel flexible hasta mallas técnicas ligeras que no renuncian al frescor. Incluso tejidos veraniegos con textura contemporánea. Y aquí se esconde la clave editorial: la ergonomía. El slingback sujeta el retropié, reduce fricción y ofrece más kilómetros que un stiletto. Todo ello con un empeine bajo y puntera afilada que, tanto en foto como en movimiento, estilizan como si la silueta obedeciera a un algoritmo invisible.

¿Moda pasajera o inversión sensata?

Me hago esta pregunta mientras veo a jóvenes en París combinarlos con slip dresses y a ejecutivas en Milán llevarlos con trajes fluidos. ¿Son de vestir o del día a día? Son ambas cosas. Nacieron para moverse, no para exhibirse en vitrinas. Su ADN cincuentero está presente, sí, pero reinterpretado en colores suaves, materiales frescos y alturas diversas.

El riesgo de que se marchiten como cualquier tendencia parece mínimo. El historial los protege: cada década han vuelto, cada archivo los ha reeditado, cada icono cultural los ha reafirmado. Desde Jeanne Moreau hasta Catherine Deneuve, pasando por Bardot, el slingback se convirtió en un arquetipo de feminidad funcional que hoy, lejos de caducar, se actualiza.

Nostalgia y psicología del zapato eterno

La moda no vuelve solo por estética: vuelve porque la mente busca lo conocido. Ese “efecto de mera exposición” del que hablan los psicólogos explica que, a fuerza de ver un objeto repetido, lo terminemos amando. Y en tiempos de volatilidad, rescatar códigos familiares tranquiliza. Lo que ayer fue práctico y elegante hoy se percibe como atemporal.

El llamado “ciclo de 20 años” lo respalda. Según Ayana Active, la moda gira sobre sí misma con intervalos calculables. Pero en 2025, ese ciclo se acelera: conviven los setenta, los noventa y los dos mil, todo al mismo tiempo. El slingback resiste esta avalancha porque ofrece algo que pocas tendencias tienen: utilidad.

Como apunta Who What Wear, no se trata de simple nostalgia. Es nostalgia funcionalizada, nostalgia que resuelve. Y por eso dura más que el revival de una estética fugaz.

“El buen gusto no pasa de moda, solo se reencarna en materiales nuevos.”

El archivo vivo y la tecnología invisible

Lo que veo venir es un archivo que late. Las casas seguirán reediciones con micro-ajustes de confort, suelas ligeras, elásticos invisibles, tejidos que transpiran. El diseño seguirá siendo reconocible, como ese vinilo bicolor en el espejo. Pero la aguja será nueva: más afinada, más cómoda, más invisible.

El slingback no es solo un zapato, es un pacto entre ergonomía y deseo. Es Chanel en 1957 y es París en 2025. Es la demostración de que la verdadera modernidad no está en romper con el pasado, sino en conversarlo de nuevo, cada vez con distinta voz.

Una última incógnita

Mientras lo escribo me pregunto: ¿qué otro objeto de nuestro presente resistirá el archivo futuro? ¿Qué pieza de 2025 mirará alguien en 2075 con la misma mezcla de nostalgia y asombro con la que hoy miramos el slingback? ¿Será una zapatilla, un bolso, un smartwatch o, quién sabe, un simple zapato con el talón al aire?

 

¿Puede la pasarela convertirse en pista central de poder?

El court de moda que marca la jugada ganadora ¿Puede la pasarela convertirse en pista central de poder?

Es otoño de 2025 en la India y Court of Style ya está en marcha como si fuera un torneo de moda con entradas agotadas. Desde la primera vez que veo el teaser de KAZO Brands en Instagram, algo me golpea: no es solo ropa, es un saque directo al centro del ego. La cámara encuadra la pista, el sonido del impacto de la pelota marca el ritmo, y la modelo no corre… domina. Aquí, cada look es un “ace” y cada paso es un dictado de autoridad. La palabra clave es Court of Style, y se repite como un mantra visual y sonoro.

Lo curioso es que no estamos ante un desfile clásico ni ante una colección deportiva al uso. Hay un híbrido calculado: el corte impecable de un blazer se cruza con la ligereza técnica de un vestido que parece moverse solo; la lente, más que mostrar, provoca. Y en el fondo, esa promesa implícita de que, en esta pista, quien manda es ella. “El poder no se discute, se viste”, me digo mientras reviso por tercera vez el reel oficial.

la pista como escenario sin fin

Hace tiempo que el concepto de “power dressing” parecía anclado a salas de juntas o alfombras rojas. KAZO lo saca de ahí y lo arroja a una cancha iluminada como si fuera una pasarela privada. Lo que me fascina es la serialización: no es un único spot, sino capítulos, microhistorias, repeticiones calculadas que crean expectativa. En el canal de YouTube de KAZO, el “Chapter 1” no cierra nada, abre todo.

Hay un juego de espejos: la pista de tenis como símbolo de precisión y dominio, la pasarela como escenario de exhibición, y la mujer como epicentro de ambos. Se cuelan detalles: un gesto de muñeca tras un saque, un giro de hombros antes de caminar. Y uno empieza a preguntarse si el verdadero partido no es contra un rival, sino contra cualquier duda sobre quién dicta la estética del momento.

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kazo y su pulso de marca

Fundada en 2007 y asentada en Noida, KAZO Brands ha jugado a la velocidad del fast fashion pero con el aplomo de quien quiere construir algo más que armarios llenos. Su catálogo ha crecido hasta abarcar bolsos, joyería y perfumes, y este 2025 estrena incluso línea denim propia, “HeartCore”, que suena más a actitud que a tejido. Con las fragancias de “KAZO Details”, no solo visten, perfuman la escena.

El ADN de la marca, ese aire de “party” cotidiana que describe en LinkedIn, se siente aquí, pero filtrado por un tono más calculado. No se trata solo de diversión: es diversión con estrategia, como quien sonríe mientras sirve para partido.

de elemental a court of style

La temporada pasada, la firma presentó “Elemental”, con flores, verdes y un aire diurno adaptable a la noche. Court of Style es el relevo con cambio de pista: geometrías, cortes más afilados, una paleta que promete contrastes y ese toque deportivo que nunca se ensucia con sudor, solo con luces. La transición es clara: de lo orgánico a lo preciso, de la naturaleza a la arquitectura del movimiento.

el truco de la campaña infinita

El gran acierto aquí es el reframing deportivo. No se trata de asociarse a un deporte concreto, sino de tomar el imaginario del “sports luxe” y exprimirlo hasta hacerlo atemporal. La pista es un lugar simbólico que puede durar más que una temporada, lo que, en marketing, es oro puro. Además, la serialización en capítulos cortos permite estirar la atención sin saturar. Cada reel, cada clip en Instagram, es una migaja que lleva al siguiente punto del recorrido.

Y en medio de todo, una marca que aprovecha el momentum para empujar categorías con más margen: perfumes y denim. No son productos que se compran por impulso, sino anclas que fidelizan. Vestir un jean de “HeartCore” y rociarse con una fragancia de “KAZO Details” es, en su narrativa, como calzarse unas zapatillas antes de entrar al court: imprescindible para jugar.

la parte que aún no vemos

No hay fichas de producto, ni precios, ni paletas cerradas en las piezas públicas. La incógnita está servida. ¿Llegarán drops por sorpresa? ¿Lookbooks detallados en kazo.com? La experiencia me dice que sí, que AW’25 no se va a presentar de golpe, sino como una serie de movimientos medidos, como un partido que se gana por sets cortos pero letales.

guiños y ecos vintage

Mientras veo el spot una vez más, me vienen imágenes de editoriales noventeras, de ese “sports couture” que mezclaba fuerza y glamour sin pedir permiso. Solo que aquí todo pasa a la velocidad de un scroll. La coreografía no se siente improvisada: cada paso está pensado para quedar impreso en la retina antes de que el algoritmo te lleve a otro vídeo.

“Quien domina el ritmo, gana el juego”, pienso, y no hablo de tenis. La moda aquí no es un accesorio de la vida, es el partido en sí.

“La verdad espera. Solo la mentira tiene prisa.” (Proverbio tradicional)

y si la pista no tuviera líneas

Queda esa última pregunta, la que convierte a cualquier campaña en un relato abierto: ¿qué pasa cuando la pista se expande más allá del court y la pasarela? Si KAZO mantiene la serialización y deja que la estética siga evolucionando, AW’25 podría no tener final de temporada, sino un continuo juego de estilos, como un partido sin árbitro donde solo ella decide cuándo se ha ganado.

Porque, al final, lo que “Court of Style” plantea no es si la moda puede jugar en una cancha… sino si el resto del mundo podrá seguirle el ritmo.

El renacer de TERRE BLEUE agita el mundo fashion europeo

¿Puede TERRE BLEUE volver a marcar la moda belga? El renacer de TERRE BLEUE agita el mundo fashion europeo

Estamos en pleno verano de 2025, en Bélgica, y la palabra Terre Bleue resuena como si nunca hubiera desaparecido. Hace apenas un año, parecía que su nombre quedaría archivado en los catálogos de la moda caída en desgracia, junto a tantas otras firmas que no sobrevivieron al vendaval económico. Pero aquí está, viva, vestida de futuro y con aroma retro, desafiando el olvido con un desfile anunciado para septiembre y con escaparates que vuelven a brillar en The Fashion Store.

Recuerdo la sensación de leer aquella noticia sobre la quiebra de Duror Fashion Group. Un golpe seco, un cierre que olía a final. Veintinueve tiendas cerradas, ciento cincuenta personas en la calle, la factura de una tormenta perfecta que mezcló pandemia, guerra, facturas energéticas imposibles y una competencia que mordía por todos lados, desde el fast-fashion hasta el auge de la segunda mano. En aquel momento, las cifras lo decían todo: de 35 millones de euros antes del COVID a apenas 30 millones en el último ejercicio. Y sin embargo, apenas unos meses antes, el propio Peter Perquy se había atrevido a prometer un reposicionamiento más contemporáneo. Ironías de la moda: anunciar modernidad justo antes del naufragio.

Lo que no imaginábamos era que el rescate llegaría con el logo de Colruyt Group. El 30 de agosto de 2024, su filial The Fashion Store se hizo con los derechos de la marca. Una operación quirúrgica dentro de un triple salvamento: Zilton pasó a manos de L&V Fashion, Gigue quedó en el catálogo de Castellino, y Terre Bleue, la joya más versátil, encontró refugio en una casa que ya la conocía de sobra. Mayke Nooteboom, la directora general, no tardó en dejar claro que el plan era conservar la esencia: las líneas, el corte impecable, ese acabado que no es ostentoso pero que seduce al tacto.

La colección otoño-invierno 2025 ya está en las tiendas de The Fashion Store, y su lema, «interconnected-ness», suena más a filosofía vital que a eslogan comercial. Piezas que se hablan entre sí, tejidos que se responden, prints que se reconocen de una prenda a otra. Un guardarropa que no obliga a comprarlo entero, pero que funciona como una sinfonía si lo haces. Los precios siguen anclados en un segmento medio-alto: desde los casi noventa euros por un pull básico hasta los doscientos veinte por una chaqueta con carácter.

No es un giro improvisado. Desde sus inicios en 2002 —y con raíces que se hunden hasta 1938, en la empresa textil de Maurice Perqui—, Terre Bleue ha jugado a ese juego arriesgado de ser elegante sin alardes. Su definición de “casual chic” es menos una tendencia y más un estado de ánimo. Ropa que hace sentir bien y, sobre todo, segura a quien la lleva. El lujo diario que no necesita lentejuelas para hacerse notar.

El renacer de TERRE BLEUE agita el mundo fashion europeo 19

«La verdad espera. Solo la mentira tiene prisa.» (Proverbio tradicional)

Claro que hoy no se puede hablar de moda sin hablar de cómo y dónde se produce. Terre Bleue mantiene su taller en Túnez, con relaciones de largo plazo y compromisos de pago justo. Visitan, revisan y exigen que no haya explotación infantil. Usan algodón, lino, lana y también reciclados, aunque la mezcla de fibras sigue siendo un problema para el reciclaje total. Es la contradicción de nuestro tiempo: querer lo limpio y puro, pero amar las mezclas que dan mejor caída o textura.

Dentro del universo Colruyt, Terre Bleue se mueve ahora en la órbita de The Fashion Society, junto a marcas como Tommy Hilfiger, Vila o Antwrp, compartiendo 133 tiendas y una plantilla que supera las 850 personas. Allí, la experiencia de compra se adereza con sesiones de personal shopping gratuitas, como si la moda fuera también un diálogo íntimo entre cliente y prenda.

Me gusta pensar que lo que está ocurriendo con Terre Bleue no es solo un caso de buen marketing, sino una lección sobre la memoria de las marcas. Lo vintage no se queda solo en la estética: es la memoria de un patrón bien cortado, de un botón cosido con mimo, de un tejido que envejece sin perder dignidad. Al fin y al cabo, la moda es ese espejo tramposo que nos muestra el futuro con ropas del pasado y nos convence de que lo hemos visto por primera vez.

«En la moda, lo nuevo siempre huele un poco a ayer.»

El próximo 4 de septiembre, en Balen, veremos si la pasarela confirma esta narrativa. El desfile será la prueba definitiva de si esta resurrección es auténtica o solo un paréntesis dorado antes de otro ocaso. Yo quiero creer que no, que Terre Bleue ha encontrado su lugar en este equilibrio extraño entre nostalgia y modernidad. Que el pasado, cuando está bien cosido, aguanta cualquier temporada.

Quizá dentro de unos años, alguien recuerde este 2025 como el año en que una marca belga que estaba a punto de desaparecer decidió vestirse otra vez de presente y salir a la calle como si nada hubiera pasado. Y tal vez ese alguien, al ponerse una chaqueta Terre Bleue, se pregunte si la moda es un juego de supervivencia o una forma de inmortalidad. ¿Será que algunas marcas no mueren nunca, sino que esperan, como un traje guardado, el momento perfecto para volver a salir?

Schiaparelli conquista París con un retrofuturismo que hipnotiza

Schiaparelli conquista París con un retrofuturismo que hipnotiza ¿Puede la alta costura reinventar el pasado y convertirlo en futuro?

Estamos en pleno verano de 2025, en el corazón de París, y el aire huele a historia mezclada con electricidad creativa. Schiaparelli despliega su alfombra invisible en el majestuoso Petit Palais y, por un instante, uno cree que el tiempo se dobla sobre sí mismo. Lo que Daniel Roseberry presenta hoy no es un desfile, es una conversación íntima entre 1938 y el año que viene, entre el polvo dorado de los archivos y el brillo metálico de un porvenir imaginado. El retrofuturismo se hace carne en cada puntada, y yo estoy aquí para verlo, para contarlo y, quizá, para perderme un poco en él.

“La moda no es cuestión de seguir el tiempo, sino de jugar con él”. Esa frase, que podría haber firmado Elsa Schiaparelli en sus días más inspirados, parece susurrar entre las columnas del Petit Palais.

Roseberry, tejano de nacimiento y parisino de adopción, sabe perfectamente qué está haciendo. Desde 2019 lleva el timón de esta casa con una audacia que no teme pisar terreno sagrado. Hijo de un pastor anglicano y de una artista, estudió en el Fashion Institute of Technology y pasó una década junto a Thom Browne antes de atreverse con el reto mayúsculo: ser el primer estadounidense al frente de una maison francesa de alta costura. Lo curioso es que, lejos de diluir el ADN surrealista de Schiaparelli, lo ha afilado, lo ha devuelto a ese filo en el que la belleza coquetea con lo extraño.

un viaje sin pantallas ni inteligencia artificial

La colección “Back to the Future” no es una ironía pop ni un guiño superficial al cine ochentero. Roseberry parte de un momento oscuro de la biografía de Elsa: su huida de París en 1940 rumbo a Nueva York, empujada por la guerra. Ese exilio se convierte en el marco de una propuesta que imagina un mundo “sin pantallas, sin inteligencia artificial, sin tecnología”. Y aunque suene contradictorio, es un mundo que él llama postfuturo: un lugar donde la modernidad no se mide por gadgets, sino por ideas.

La paleta es tan precisa como un bisturí: blanco, negro, rojo y plata. Nada de distracciones cromáticas. Aquí lo importante son las formas y las texturas. Las 30 salidas desfilan como esculturas móviles: bordados metálicos que simulan el pelaje de un leopardo, chaquetas que parecen sillas de montar texanas, y una reinterpretación de la mítica capa Apolo de Versalles de 1938, ahora con un dramatismo que parece desafiar la gravedad.

Schiaparelli conquista París con un retrofuturismo que hipnotiza 20 Schiaparelli conquista París con un retrofuturismo que hipnotiza 21 Schiaparelli conquista París con un retrofuturismo que hipnotiza 22 Schiaparelli conquista París con un retrofuturismo que hipnotiza 23

“No se trata de disfrazar el pasado, sino de vestirlo para el mañana”.

la alquimia de la aguja y el hilo

En los talleres de Place Vendôme se trabaja como si el reloj marcara otra era. Bordados con hilos metálicos que atrapan la luz, plisados que parecen arquitecturas de papel, cuero moldeado a mano, lentejuelas que orbitan sobre la tela… cada pieza consume cientos de horas de trabajo. El savoir-faire francés, ese intangible que no se compra ni se improvisa, está presente en cada puntada.

Elsa Schiaparelli ya había abierto esta puerta en los años treinta, introduciendo cremalleras decorativas cuando nadie más lo hacía, y aliándose con Dalí, Picasso o Cocteau para fundir arte y moda sin pedir permiso. Aquella mujer que inventó un tono de rosa propio y un vestido de langosta habría sonreído viendo cómo su legado sigue vivo, pero transformado.

del archivo polvoriento al hashtag viral

Detrás del renacer de la maison está Diego Della Valle, el magnate de Tod’s que en 2006 compró los archivos de la firma. Para él, Schiaparelli no es un negocio más, sino un patrimonio cultural que debe protegerse de la prisa y del mercadeo voraz. Y quizá por eso, paradójicamente, hoy la marca se viraliza sin esfuerzo: Cardi B con un cuervo vivo en la mano antes del desfile, Dua Lipa en primera fila, millones de interacciones con el hashtag #SchiaparelliAW25… El secreto está en no perseguir el ruido, sino en crearlo desde la esencia.

retrofuturismo, ese espejismo que parece eterno

En 2025, el retrofuturismo es más que una tendencia: es una especie de espejo deformado donde nos miramos para entendernos. Schiaparelli lo traduce en brillos metálicos, siluetas casi imposibles, guiños espaciales y nostalgia reinterpretada. No son disfraces de astronauta ni clones de los años sesenta; son piezas que parecen flotar en esa frontera donde lo vintage y lo futurista se saludan con respeto.

En este desfile, el Petit Palais se convierte en una cápsula del tiempo. Afuera, París sigue su ritmo; adentro, el tiempo es maleable, un material más con el que se juega como con la seda o el terciopelo.

la pregunta que queda en el aire

Si algo me llevo de este día no es solo la impecable factura de cada prenda, ni la inteligencia con la que Roseberry manipula la herencia de Elsa, sino la sensación de que la alta costura todavía puede marcar un camino propio. Aquí no hay prisa, no hay algoritmos decidiendo qué se lleva. Solo hay artesanos, un director creativo con hambre de riesgo, y un diálogo abierto con el futuro.

¿Podrá la moda mantener este pulso contra la inmediatez? ¿O este espejismo atemporal acabará engullido por la marea digital? Por ahora, Schiaparelli responde a su manera: con una puntada lenta, un guiño vintage y una mirada fija en el horizonte.

Relojes inteligentes futuristas que parecen salidos de otro planeta

Relojes inteligentes futuristas que parecen salidos de otro planeta ¿Están los relojes inteligentes futuristas cambiando nuestra forma de vivir?

Estamos en el verano de 2025, en algún lugar donde el calor derrite las aceras y las muñecas lucen más pantallas que pulseras. Los relojes inteligentes futuristas ya no son simples complementos de bolsillo trasladados al brazo; son pequeños manifiestos de diseño y tecnología que podrían confundirse con piezas de arte, gadgets de espionaje o reliquias de un futuro retro que nunca existió.

Recuerdo la primera vez que vi uno de estos dispositivos con tecnología wearable avanzada. No fue en una tienda, ni en una feria tecnológica, sino en el vagón silencioso de un tren. Un tipo con aspecto de haber salido de un videojuego de los 90 llevaba en la muñeca algo que parecía un fragmento de nave espacial: asimétrico, brillante, casi vivo. Resultó ser el concepto ALIEN, un experimento de diseño que no imita relojes anteriores, sino que se pliega como una segunda piel. Ahí entendí que la ergonomía ya no iba de “ajustar la correa”, sino de reinventar cómo un objeto se funde con el cuerpo.

«Un buen diseño no se lleva, se habita.»

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Origen: 10 Best Smartwatches To Consider In August 2025: Find The Perfect Wearable For You – Yanko Design

El giro alienígena de la ergonomía

Hace tiempo, el diseño ergonómico de un smartwatch se medía por su ligereza o lo fácil que era pulsar un botón. Hoy, el ALIEN plantea otra cosa: una carcasa amorfa, botones que no sobresalen sino que crecen de la estructura como si fueran nervaduras, y una curvatura que no busca estética simétrica, sino una unión orgánica con la muñeca. En un mundo obsesionado con la geometría perfecta, esta irregularidad resulta sorprendentemente cómoda. Es como si el reloj no quisiera ser reloj, sino una extensión natural de ti.

Aquí es donde los avances en biomateriales y modelado 3D han abierto una puerta que, sinceramente, da un poco de vértigo. El diseño ergonómico ya no se limita a moldes estándar; ahora se imprime en función de tu muñeca, tu piel, incluso tu forma de mover la mano. Si esto no es futuro, no sé qué lo es.

Las estaciones pasan, pero el calor de la abuela permanece

Nostalgia disfrazada de futuro

Pero mientras unos exploran la forma alienígena, otros miran hacia atrás para avanzar. La estética retro-futurista está explotando, y no solo en la moda. El A_001 PowerWatch es un ejemplo perfecto: colores primarios, ángulos imposibles y un aire tokusatsu que haría sonreír a cualquier fan de Jaspion. Es como llevar en la muñeca una intro de serie ochentera, pero con sensores de última generación.

Y si hablamos de ángulos, el Cybertime de Anicorn lleva el espíritu del Cybertruck a un nivel casi paródico: acero inoxidable, tipografía de calculadora Casio y un año entero de autonomía con una pila. Ironía pura en un mundo obsesionado con las cargas diarias.

«El retro es la excusa perfecta para colar el futuro sin que nadie se asuste.»

Modularidad, la palabra mágica

El futuro ya no es un reloj con 200 funciones que no usas. Es un reloj que puedes cambiar, ampliar o reparar tú mismo. El Pocuter Spectra y su diseño modular son casi un kit de Lego digital: pantalla OLED, tarjetas microSD, piezas intercambiables. Un smartwatch que se convierte en plataforma de desarrollo y que recuerda que la verdadera innovación está en no depender de un único modelo.

Los smartwatches modulares no son solo una moda; son una respuesta directa a la obsolescencia. El sistema de coronas magnéticas del CMF Watch Pro 2 de Nothing es casi un gesto romántico: cambiar la estética sin siquiera quitarte el reloj. Y si miramos atrás, los míticos Blocks ya intentaron demostrar que esto era viable, aunque el mercado todavía no estaba listo.

Minimalismo en blanco y negro

Entre tanto exceso visual, los relojes E Ink se posicionan como una especie de resistencia zen. Pantallas legibles bajo el sol, consumo mínimo, autonomía de semanas. El Pebble Core 2 Duo mantiene la tradición de la nitidez monocroma, mientras el Multi Deporte E-Ink combina esa sobriedad con capacidad de monitorear 24 disciplinas deportivas. No hay animaciones coloridas ni fondos cambiantes; solo información clara y persistente. Un lujo para quien cree que menos es más.

Inteligencia artificial con bata blanca

La integración de IA clínica en los relojes inteligentes futuristas es quizá el salto más serio de esta generación. Ya no se trata de contar pasos o medir pulsaciones, sino de analizar patrones y anticipar riesgos de salud. El Allai Wearable-1 no se limita a registrar datos; los interpreta como lo haría un médico, detectando variaciones sutiles que podrían indicar problemas antes de que tú mismo notes algo.

Aquí, la integración IA salud convierte al smartwatch en una consulta silenciosa, siempre en tu muñeca. No sustituye al médico, pero puede salvarte de llegar tarde a uno.

La tentación de lo transparente

Pocos diseños son tan hipnóticos como un reloj donde ves todos sus engranajes electrónicos. El MSI Gaming Watch abraza esa idea con descaro: carcasa cristalina, ventiladores visibles, procesadores a la vista como si llevaras una mini-PC gaming en la muñeca. Pero la transparencia trae un dilema: la durabilidad. Los materiales como los hidrogeles avanzan en resistencia, pero aún falta camino para que sean tan duros como un reloj clásico de acero.

Espionaje de bolsillo

El WatchOut WearPods es el primo descarado de la familia: smartwatch y auriculares inalámbricos en un solo cuerpo. Perfecto para quien siempre pierde los cascos y, de paso, para cualquiera que quiera sentirse personaje de película de espías. Este tipo de gadgets minimalistas con funciones híbridas demuestran que el futuro también se trata de solucionar problemas mundanos con un guiño tecnológico.

Ecosistemas que respiran contigo

Los relojes inteligentes futuristas ya no están solos: se integran con el IoT, la realidad aumentada y redes de dispositivos que intercambian datos de forma continua. La promesa es clara: un ecosistema de salud y estilo que se adapta a ti en tiempo real. Y mientras la miniaturización avanza, cada vez es más difícil distinguir entre un reloj, un asistente personal y un médico digital portátil.

«La muñeca es el último territorio donde la tecnología todavía sorprende.»

Hace tiempo creíamos que un reloj era para saber la hora. Luego, que era para recibir notificaciones. Hoy, es un espejo de quién eres, cómo te mueves, y hasta cómo podrías estar mañana. El futuro de estos dispositivos no está solo en sus funciones, sino en cómo moldean la relación entre el cuerpo humano y la máquina.

Y aquí la pregunta que me ronda mientras escribo esto: ¿llegará el día en que estos relojes no midan el tiempo, sino que lo fabriquen a su antojo? Porque, visto lo visto, no me sorprendería.

Chanel SPRING SUMMER 2025 es una fantasía retro con alma moderna

¿Puede el pasado volar hacia el futuro con tweed y plumas? Chanel SPRING SUMMER 2025 es una fantasía retro con alma moderna

Estamos en verano de 2025, en París, donde Chanel SPRING SUMMER 2025 convierte la pasarela en un viaje sensorial entre la historia y el deseo. ✨

Desde el momento en que el primer modelo pisa el Grand Palais, algo queda claro: Chanel no tiene miedo a mirar atrás para tomar impulso. Porque aquí, en esta temporada templada que tiñe la ciudad de luz con pasteles y reflejos metálicos, la elegancia atemporal se atreve a mutar. Y lo hace con un lenguaje visual que coquetea con la memoria pero baila con el presente.

¿Puede una casa de más de un siglo mantenerse moderna sin traicionarse a sí misma? Chanel dice que sí. Con tweed. Con camelia. Con aviadoras alzando vuelo entre telas que casi no pesan.

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«El futuro no se inventa, se recuerda de otra manera.»

En esta doble propuesta, Ready-to-Wear y Haute Couture, el tiempo se pliega como un abanico de seda. El viento sopla desde la cabina de un avión pilotado por una mujer que desafía el cielo, pero también desde el escritorio perfumado de Colette, donde las palabras eran armas suaves. Chanel rinde tributo a esas pioneras con prendas que no gritan, pero sí vuelan.

La mujer que se viste para despegar

La colección Ready-to-Wear no es una oda cualquiera. Es un manifiesto sin pancartas, tejido con la ligereza del chifón y la precisión de una aguja que conoce bien la historia. Se inspira en las primeras mujeres que se atrevieron a levantar los pies del suelo, en sentido literal y figurado. Esas que no necesitaban permiso para pilotar ni para escribir.

Las siluetas aquí no son decorativas, son funcionales con alma poética. Chaquetas de aviador con cuellos Peter Pan que parecen salidas de un diario íntimo escrito en una trinchera, trajes de vuelo que podrían haber vestido a Amelia Earhart si hubiese aterrizado en una pasarela de 2025, pantalones anchos y fluidos que invitan a moverse como si bailar fuera parte del plan del día. Hay algo profundamente liberador en este conjunto, como si la ropa no solo cubriera el cuerpo, sino que lo invitara a explorar.

Y luego están los detalles: plumas que no pesan, telas que casi no existen, movimiento constante como una conversación entre amigas. Hay bolsos, sí, y zapatos que caminan solos hacia una libertad silenciosa, pero lo que permanece es esa sensación de estar viendo a mujeres reales, de carne, alma y vuelo.

«Hay prendas que no visten, elevan.»

Como destaca el sitio oficial de Chanel, esta colección también es una manera de reescribir el uniforme sin rigidez. Los vestidos con aires de traje, los insertos con forma de corbata, los trajes que no necesitan coraza para imponer respeto… Todo esto tiene un propósito: reinterpretar la autoridad sin abandonar la delicadeza.

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Alta Costura o cómo domar el tiempo con una aguja

Y si la línea prêt-à-porter es un soplo de aire fresco en pleno vuelo, la Haute Couture es el aterrizaje perfecto en un campo de flores bordadas. Porque celebrar 110 años de historia no es cualquier cosa. Chanel lo hace con una serenidad que solo da la experiencia… y con una colección que parece cosida al borde de un sueño.

Lo primero que impacta es el ciclo cromático: comienza con blancos inmaculados que despiertan como el amanecer, se desliza por pasteles lánguidos, se calienta con amarillos sol, lilas melancólicos, naranjas rozando lo fucsia, y culmina en los eternos negros y azules medianoche, como si el día entero cupiera en un desfile.

Las formas son suaves, lánguidas, casi líquidas. No hay rigidez. Incluso los vestidos más estructurados respiran como si tuvieran pulmones. Destacan las texturas: tweed reinventado con bordados que parecen susurrar, botones tallados como joyas antiguas, plumas que no son ornamento, sino gesto.

Uno de los diseños más comentados —y con razón— es ese vestido de cintura baja con corpiño bordado y falda plisada, que parece diseñado para bailar un vals en Marte. Otro, una gasa de seda en tonos pastel con plumas dibujadas con gemas, es tan ligero que uno duda si está viendo moda o ilusión.

Lo curioso es cómo Chanel logra algo imposible: convertir la nostalgia en vanguardia. Este no es un museo andante. Es arte vivo.

El estilo Chanel nunca envejece, solo cambia de perfume

Lo que une ambas colecciones no es solo la paleta o los tejidos. Es la actitud. Chanel está jugando a hacer del ayer un motor, no un lastre. No se trata de rescatar lo vintage como un acto de fe ciega, sino de demostrar que ciertas formas —como las historias de mujeres fuertes, la costura hecha a mano, la sensualidad sugerida— no caducan nunca. Solo cambian de escenografía.

En un mundo que acelera sin preguntar, Chanel apuesta por lo eterno: la precisión, la emoción, la forma que no se repite pero tampoco se olvida. Como si cada prenda llevara una carta escondida de Coco a la mujer del futuro. Una carta que dice: “Haz lo que quieras, pero hazlo con estilo”.

El regreso de la sofisticación sin ruido

En tiempos donde la estridencia se confunde con originalidad, Chanel propone lo contrario: romper con susurros, con texturas que acarician más que gritan. Nada aquí es para impresionar al algoritmo. Todo es para seducir al ojo que mira despacio. Y eso, en pleno 2025, es casi un acto de rebeldía.

«La elegancia no necesita justificar su existencia, se basta a sí misma.»

¿Puede la elegancia sobrevivir al ruido de lo efímero?

Chanel demuestra que el futuro también huele a camelia

“La belleza comienza en el momento en que decides ser tú misma.” (Coco Chanel)

“Quien quiere ver el arcoíris, debe aprender a amar la lluvia.” (Proverbio francés)

La clave de Chanel SPRING SUMMER 2025 está en el equilibrio entre memoria y deseo

Las aviadoras del pasado vuelan con plumaje nuevo en esta pasarela

Tweed, gasa, camelia y plumas se funden en una sinfonía visual que no necesita estruendo

Y entonces, cuando se apagan las luces del Grand Palais, cuando la última modelo desaparece entre reflejos y aplausos, queda la pregunta que sobrevuela todo: ¿Puede una casa centenaria seguir dictando el ritmo de lo nuevo sin disfrazarse? Chanel no lo disimula. Chanel lo borda.

¿Será esa la verdadera modernidad? ¿Vestir el presente con los hilos de la historia?

¿Por qué LA PETITE PARADE VINTAGE hace temblar a las grandes marcas?

¿Por qué LA PETITE PARADE VINTAGE hace temblar a las grandes marcas? La moda retro sostenible tiene un nuevo cuartel general en Barcelona

Estamos en verano de 2025, en el corazón palpitante del Born barcelonés. Bajo la sombra de las callejuelas que huelen a café viejo, cuero reciclado y sueños bohemios, La Petite Parade Vintage emerge como un pequeño milagro comercial que combina nostalgia, ingenio y una visión muy clara del mañana 👠✨. La moda retro sostenible ya no es una alternativa: es una declaración. Y si hay un lugar donde eso se siente como una verdad absoluta, es aquí, donde cada percha cuenta una historia, cada prenda tiene memoria y cada visitante, aunque no lo sepa aún, está participando en un fenómeno que desafía los códigos establecidos del estilo.

Porque sí: la moda vintage sostenible no es solo una forma de vestir, es un lenguaje secreto entre los que saben que el pasado sigue escribiendo el futuro.

¿Por qué LA PETITE PARADE VINTAGE hace temblar a las grandes marcas? 32¿Por qué LA PETITE PARADE VINTAGE hace temblar a las grandes marcas? 33

Origen: La Petite Parade: Un pop-up de moda vintage y sostenible – Flea Market Barcelona

Un showroom del tiempo en pleno Born

Imagínate una tienda sin escaparates permanentes, sin maniquíes aburridos ni dependientes forzadamente amables. Un showroom itinerante que abre las puertas como quien abre un portal temporal: entras por el Carrer Corretger 5 y no sabes si saldrás en 1987, en 1999 o en plena rave de 2003. Es La Petite Parade Vintage Market, la joya escondida que Barcelona no sabía que necesitaba. Un lugar donde los años 80, 90 y Y2K no son una moda pasajera, sino un archivo emocional activado por cada tela, cada botón, cada cremallera con historia.

Lo que comenzó como un experimento entre amigas obsesionadas con la ropa vieja y las ideas nuevas, hoy es una plataforma de estilo, comercio y libertad creativa que pone de cabeza a cualquier escaparate de cadena. Porque aquí, en vez de tendencias, hay intuiciones. En vez de colecciones, hay hallazgos.

¿Por qué LA PETITE PARADE VINTAGE hace temblar a las grandes marcas? 34 ¿Por qué LA PETITE PARADE VINTAGE hace temblar a las grandes marcas? 35 ¿Por qué LA PETITE PARADE VINTAGE hace temblar a las grandes marcas? 36

«El pasado se mide en centímetros de cintura y texturas que ya no se fabrican»

Las cuatro casas del retro eterno

No sería nada sin ellas. Cabezalota, I Love It Vintage, I Found Your Fancy Clothes y Vintage Mood BCN: cuatro marcas, cuatro estilos, un mismo latido. Cabezalota es puro hallazgo de mercadillo con pedigree. Camisas con cuello Mao, pantalones Levi’s originales, blazers con hombreras que podrían contar secretos de oficina de los noventa. Cada prenda huele a aventura, a historia recuperada.

I Love It Vintage es más excéntrica, más libre. Capaz de juntar una blusa de seda ochentera con un short de campamento de verano de 1995 sin pestañear. Aquí el descaro no se disimula, se celebra. Luego está I Found Your Fancy Clothes, el templo de la obsesión por el detalle. Una puntada mal hecha, un estampado demasiado común, y la prenda no entra. Aquí se curan las colecciones como se selecciona un perfume raro: con intuición feroz.

Y por último, Vintage Mood BCN, que parece tener un radar para lo que está por volver. Todo lo que hoy parece “moderno”, ellas ya lo colgaron hace meses. Su secreto: fusionar lo retro con lo pop actual sin que se note la costura.

De falda a top, de pantalón a chaqueta

Y si algo convierte a este circuito en algo mucho más que una feria estética, es el upcycling. Esa palabra que suena rara pero que aquí se traduce en magia cotidiana. Una falda que fue aburrida en 2002 y ahora es un top palabra de honor irresistible. Unos pantalones que pasan de olvidados a convertirse en la chaqueta más comentada del mercado. Esa prenda que compraste por 10 euros y que, sorpresa, era un Dior oculto en el armario de una abuela.

Porque sí, en esta carpa sin lonas, la creatividad y la conciencia ecológica no se discuten, se exhiben. Y lo mejor: nadie lo hace por postureo. Lo hacen porque es divertido, es libre y es mucho más barato que una camiseta básica nueva.

«Vestirse de segunda mano es el nuevo lujo de los inteligentes»

Una entrada sin etiqueta y sin ticket

No hay alfombra roja ni portero con auriculares. En La Petite Parade, entras cuando quieras, te vas cuando te apetece. Entrada gratuita, fines de semana largos y horarios flexibles, como si supieran que los días de mercado no deben tener reloj. Cada temporada tiene sus fechas, y cada fecha, su desfile de fieles.

Este verano, los fines de semana de junio y julio ya han sido escenario de más de un flechazo textil. Agosto y septiembre no se quedan atrás: hay ediciones especiales los días 2 & 3, 9 & 10 de agosto, y 6 & 7, 13 & 14 de septiembre, para que ningún despistado se quede sin su reliquia personal. Y luego, en los meses fríos, vuelven las ediciones de invierno y primavera, como quien reaparece con un abrigo nuevo hecho de recuerdos viejos.

Y si aún no entiendes el éxito, hay una pista clave: el market de 10 euros. Un festín donde todo, absolutamente todo, cuesta lo que antes costaban los cafés con leche. ¿Resultado? Colas, codazos suaves y muchas sonrisas cómplices entre quienes acaban de encontrar su próxima chaqueta favorita por el precio de un bocata.

Y2K: cuando Britney era diosa y Paris dictaba el estilo

Pero si hay una estética que ha conquistado este rincón del Born, es la Y2K. Lo que parecía hortera hace unos años —terciopelo rosa, gafas con strass, pantalones de tiro tan bajo que desafían las leyes de la física— ahora es el nuevo santo grial. Y La Petite Parade lo sabe. Aquí no se esconde: se celebra. La fiebre Y2K no es nostalgia, es una reconquista de lo kitsch con glamour y descaro.

Porque todos tenemos dentro un adolescente del 2002 que soñaba con vestirse como Britney o Paris. Y ahora, por fin, puede hacerlo sin tener que pagar 300 euros por una chaqueta usada.

Ecosistema de resistencia estética

Este fenómeno no está solo. Se alimenta y retroalimenta con otros espacios como el Moirai Market o el Flow Y2K Streetwear Market, dando forma a una constelación de creatividad en Barcelona que no pide permiso ni perdón. Son los nuevos templos del estilo libre. Sin jefes. Sin etiquetas. Sin dependientes que te persiguen con tallas.

Lo que une a todos es una visión: la de una moda con historia, con alma, con errores gloriosos y aciertos eternos. Una moda que no caduca, sino que respira.

¿Qué dice esta moda del mundo que viene?

Cuando miro a los chicos y chicas que salen de La Petite Parade con sus bolsas de tela llenas de ropa usada, veo algo más que estilo. Veo decisión. Veo sentido del humor. Veo una negación elegante a seguir comprando lo que todo el mundo compra. Y también veo memoria. Porque la moda vintage tiene eso: nos recuerda lo que fuimos, nos enseña lo que somos capaces de reinterpretar.

Tal vez por eso este showroom se siente más vivo que cualquier tienda del Passeig de Gràcia. Porque aquí no se compra solo ropa. Aquí se coleccionan fragmentos del tiempo, envueltos en algodón, nailon, terciopelo o denim.

«Lo verdaderamente cool no se fabrica. Se encuentra, se rescata y se reinventa»

¿Será esta la verdadera moda del futuro?

¿Y si la próxima gran tendencia no fuera una colección nueva, sino una vuelta al armario de nuestras madres? ¿Y si el secreto del estilo eterno estuviera, como sospechábamos, en mirar atrás con ojos nuevos? Tal vez el futuro no tenga forma de dron ni de app, sino de chaqueta de los 90, bolso de PVC y zapatos que alguien bailó hace 25 años.

Y tú, ¿ya tienes tu reliquia vintage favorita? ¿O seguirás apostando por ropa sin historia y con fecha de caducidad?


“La moda es la armadura para sobrevivir a la realidad cotidiana” – Bill Cunningham

“Quien guarda, halla” – Refrán de abuela que nunca falla

“Vestirse bien es una forma de cortesía, incluso con uno mismo” – Charles Dickens


La Petite Parade Vintage es mucho más que un showroom. Es una grieta luminosa en el tiempo. Una moda que no pasa, porque nunca se fue. Y lo mejor de todo: está esperando por ti, cada fin de semana en Barcelona.

El crecimiento de las barberías impulsa la formación en peluquería masculina

 

El interés por el cuidado personal masculino ha cambiado la dinámica del sector estético en los últimos años. La reapertura de barberías tradicionales y la profesionalización de peluquerías especializadas han generado una demanda sostenida de servicios de corte, arreglo de barba y tratamientos capilares dirigidos exclusivamente a hombres. Como resultado, ha crecido notablemente la oferta de cursos orientados a quienes desean formarse y trabajar en esta área específica del rubro.

El curso de peluquería masculina y barbería en Barcelona se ha convertido en una opción concreta para jóvenes que buscan una salida laboral rápida y con oportunidades reales de inserción. Este tipo de formación combina técnicas tradicionales con tendencias actuales, permitiendo a los estudiantes adquirir habilidades prácticas y teóricas necesarias para desenvolverse en un mercado en expansión. A diferencia de otras capacitaciones más generales, estos programas se enfocan directamente en las particularidades del cliente masculino, lo que les da un perfil diferenciado y cada vez más solicitado.

El crecimiento de las barberías impulsa la formación en peluquería masculina 37

Uno de los factores clave detrás del auge de estos cursos es la posibilidad de acceder a un oficio con rápida salida laboral. Muchos alumnos comienzan a trabajar como ayudantes mientras aún se están formando, y algunos incluso logran abrir sus propios espacios pocos años después de haber iniciado su capacitación. Esto responde a un mercado que busca perfiles especializados, con conocimientos actualizados y capacidad para ofrecer un servicio personalizado.

Los cursos también responden a una evolución estética que se ve en los salones actuales. Ya no se trata solo de cortes clásicos o afeitados con navaja: la peluquería masculina se ha transformado en un ámbito donde confluyen moda, tendencias internacionales, cuidado personal y técnicas profesionales. “Peinados con degradados, barbas esculpidas, coloración y tratamientos capilares son parte del repertorio habitual en las barberías modernas, lo que obliga a una formación técnica sólida”, explican en Skill Barber Shop.

Otro punto importante es que el sector sigue generando oportunidades, tanto en grandes ciudades como en localidades pequeñas. Al tratarse de un servicio presencial y personalizado, la peluquería masculina no se ve desplazada por la tecnología ni por el comercio digital. Además, la fidelización del cliente y la recomendación boca a boca siguen siendo herramientas de crecimiento para los profesionales del rubro.

Desde el punto de vista de la formación, los cursos bien estructurados ofrecen prácticas reales, supervisión de docentes con experiencia y materiales de calidad. También brindan conocimientos complementarios como atención al cliente, higiene, gestión del espacio y marketing básico para quienes aspiran a trabajar de forma independiente. Esto mejora la preparación integral del futuro barbero o peluquero y lo posiciona mejor ante la competencia.

Las tendencias actuales también impactan en los contenidos de estos cursos. La preocupación por el estilo, la influencia de las redes sociales y la popularidad de figuras públicas con estilos marcados han elevado el nivel de exigencia de los clientes. Por eso, la capacitación debe incluir no solo técnica, sino también observación, análisis de rostro, tipo de cabello y asesoramiento estético. El corte de barba ya no es solo un servicio, sino una experiencia completa que muchos hombres buscan repetir.

El auge de las peluquerías y barberías ha generado una nueva generación de profesionales que valoran la técnica, el trato personalizado y el conocimiento del detalle. Formarse en este campo no solo permite ingresar a un sector activo, sino también desarrollar una identidad profesional que combina oficio, creatividad y contacto directo con el cliente. Esa combinación sigue atrayendo a quienes buscan un camino laboral concreto, dinámico y en constante evolución.

 

La personalización y la sostenibilidad impulsan cambios en el sector textil

 

La personalización se ha consolidado como un factor clave en la evolución del mercado de la indumentaria. En ese contexto, las camisetas se transformaron en un soporte práctico para expresar preferencias personales. El crecimiento de este fenómeno se vincula al deseo de contar con productos alineados con los intereses y valores de cada consumidor.

Las camisetas full print personalizadas se han posicionado como una alternativa de alta demanda en las últimas temporadas. Las marcas, ante este comportamiento, han comenzado a ofrecer herramientas para que cada persona pueda seleccionar diseños, colores y estampados según sus preferencias. Esta modalidad permite vincularse con el producto desde el proceso de creación, lo que ha sido bien recibido por quienes buscan mayor participación en sus decisiones de compra.

La personalización y la sostenibilidad impulsan cambios en el sector textil 38

Otro aspecto que ha cobrado importancia en esta industria es la sostenibilidad. Los consumidores están cada vez más interesados en optar por materiales ecológicos y métodos de producción responsables. La búsqueda de insumos menos contaminantes, el uso de tintas libres de componentes tóxicos y la elección de textiles orgánicos son algunas de las prácticas adoptadas por las marcas para responder a estas demandas.

La digitalización facilitó el acceso a plataformas que permiten diseñar desde cualquier dispositivo. El consumidor puede seleccionar opciones, visualizar el resultado final y realizar la compra en un mismo entorno virtual. Este proceso ha eliminado barreras tradicionales y ha impulsado una relación más directa entre marcas y usuarios. Además, posibilita a las empresas identificar tendencias en tiempo real y ajustar su oferta con mayor precisión.

El vínculo con el producto no se limita al aspecto funcional. Suelen ser adquiridas como recuerdo de una experiencia, para conmemorar un evento o simplemente como una elección basada en afinidad estética. Este tipo de relación incide en los niveles de satisfacción del cliente y aumenta la posibilidad de recompra.

Una tendencia que también ha ganado visibilidad es la creación colaborativa. Algunas marcas abren espacios para recibir propuestas de los propios consumidores o trabajan con artistas y diseñadores independientes que aportan nuevas perspectivas. “Este tipo de acciones genera una dinámica de intercambio en la que la comunidad de clientes puede sentirse parte del desarrollo de productos”, señalan desde la empresa Infographic.

El crecimiento del mercado se explica por la combinación de varios factores: accesibilidad tecnológica, interés por la diferenciación y mayor conciencia ambiental. Las empresas que lograron articular estas demandas en sus procesos están logrando posicionarse con fuerza en un segmento competitivo. La capacidad de ofrecer productos adaptables a distintas necesidades permite llegar a un público amplio y diverso.

Según datos del sector, la participación del cliente en las decisiones de diseño incide directamente en la percepción de valor del producto. Por eso, las empresas enfocadas en este rubro tienden a mantener plataformas abiertas a la interacción, con opciones de personalización que van desde el estampado hasta la selección del tipo de tela.

El escenario actual presenta oportunidades claras para quienes desarrollan estrategias que integran sostenibilidad, tecnología y participación del consumidor. Este producto básico de indumentaria se reconfigura en función de estos tres elementos. La clave está en mantener una oferta flexible que se pueda ajustar a diferentes perfiles sin perder eficiencia en la producción.

Los próximos años estarán marcados por decisiones más conscientes, tanto desde el punto de vista ambiental como en la forma en que los consumidores eligen relacionarse con las marcas. La camiseta personalizada se inscribe en ese cambio, no como un producto aislado, sino como parte de un modelo de consumo que prioriza la interacción, la trazabilidad y la capacidad de decisión individual.

 

¿Es MAX MARA RESORT 26 la moda del futuro que huele a pasado?

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¿Es MAX MARA RESORT 26 la moda del futuro que huele a pasado? MAX MARA RESORT 26 reinventa la nostalgia con precisión robótica

MAX MARA RESORT 26 se desliza como una carta perfumada desde el pasado, pero enviada por dron desde el futuro 🚁💌. Su envoltorio es clásico, casi cinematográfico. Pero al abrirla, no es incienso lo que sale, sino ozono. Hay algo eléctrico, invisible, que chispea entre los dobladillos perfectamente planchados de la colección “Venere Vesuviana”. Porque sí, esto es alta costura con silueta napolitana… pero procesada en una pasarela casi robótica.

¿Es MAX MARA RESORT 26 la moda del futuro que huele a pasado? 39 ¿Es MAX MARA RESORT 26 la moda del futuro que huele a pasado? 40

MAX MARA RESORT 26 no es una colección. Es una ilusión óptica. Te hace creer que has vuelto a 1951, cuando en realidad te ha colocado en un portal temporal sin darte cuenta. Y ahí estás tú, admirando abrigos con líneas suaves, vestidos de seda que fluyen como un riachuelo vespertino, y estampados de corbata reeditados con precisión digital. ¿Retro? Mucho. ¿Futurista? También. ¿Confuso? Solo si te empeñas en clasificar lo inasible.

Entre Sophia Loren y un chip inteligente oculto en la manga

El desfile se celebró en la Reggia di Caserta, un lugar tan grandioso que podría haber sido renderizado por una IA con nostalgia barroca. La arquitectura fue el marco, sí, pero lo que Max Mara exhibió fue un juego mental: un salto al neorrealismo italiano que se desdobla en capas de contemporaneidad y códigos secretos. Griffiths no solo se inspiró en iconos como Silvana Mangano o Sophia Loren. Les dio un filtro futurista.

Y es que, aunque no veamos circuitos ni pantallas LED insertadas en las prendas, la moda resort futurista no siempre necesita alardear de su alma tecnológica. Hay una sutileza, una especie de minimalismo táctico en cómo Max Mara articula su discurso. “Cyber chic” no es necesariamente vestir como una soldado galáctica: también puede ser esa mujer que camina en la ciudad, con un abrigo impecable que esconde un forro térmico reactivo a la temperatura.

“La modernidad es la nostalgia del mañana”.

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¿Dónde están los robots? En los cortes, no en los cables

Hay quien esperaba ver drones desfilando en pasarela, o chaquetas con luces LED. Pero lo que encontramos fue más interesante: cortes geométricos, líneas limpias que parecen trazadas por software, y tejidos técnicos que, aunque discretos, parecen obedecer a otra lógica. La pasarela robótica no es literal. Es conceptual.

Porque en un mundo saturado de gadgets y ropa wearable que mide desde tus pasos hasta tus emociones, MAX MARA RESORT 26 decide volver al cuerpo. A la silueta. Al trazo elegante. Pero sin perder la sofisticación del ahora. El verdadero guiño futurista está en los tejidos que no arrugan, en los materiales que respiran sin transpirar, en la tecnología aplicada sin arrogancia.

“No hay nada más futurista que una elegancia que no necesita actualizarse”

La nostalgia con WiFi: retro sí, pero no vintage oxidado

Muchos hablan de tendencia retro vintage, pero aquí no estamos ante una mirada melancólica. Nada de olor a naftalina ni colecciones-museo. Esta propuesta es un viaje activo, lúcido, cargado de energía hacia lo que nos hizo grandes como civilización textil: el detalle. El mimo. El gusto por lo que perdura.

La colaboración con E. Marinella, la legendaria firma napolitana de corbatas, no es solo una estrategia de branding. Es una declaración de intenciones. Tomar un archivo de 1951 y convertirlo en pijamas de seda masculina reimaginados para una mujer que gobierna su agenda en varios husos horarios, es tan retro como lo sería hacer cyberpunk con máquinas de escribir.

Aquí lo vintage no es fetiche, es lenguaje. Y como todo lenguaje, se reinventa. Se actualiza. Se hackea.

Sostenibilidad no es una pancarta, es un código silencioso

Mientras otras marcas gritan su compromiso ecológico como si vendieran jabones mágicos, Max Mara susurra. Y en ese susurro se esconde su poder. No es que esta colección ignore la moda sostenibilidad tecnología. Lo que ocurre es que ha decidido integrarla sin fanfarria.

Las referencias cruzadas con tejidos biodegradables, tintes orgánicos y una producción que prioriza la permanencia sobre la obsolescencia son reales, aunque no siempre visibles. ¿Cómo sabemos que estamos ante una prenda con vocación sostenible? Porque dentro de cinco años seguirá colgando de un armario sin haber perdido su dignidad.

Y eso, queridas y queridos, es un lujo mucho más difícil de programar que un sensor de humedad en una camiseta.

“La moda más inteligente es la que no necesita explicarse con etiquetas tecnológicas”

¿Qué hay de la competencia? El campo de batalla del cyber chic

Si Max Mara es la emperatriz del gesto elegante, en el campo opuesto bailan marcas como Cyber-Techwear y otras firmas emergentes que producen ropa modular, inteligente y vestible como si el fin del mundo ya estuviera en marcha y nos quedara por delante una rave distópica.

No es una guerra, es una conversación. Mientras Max Mara construye el futuro desde la memoria emocional, otros lo hacen desde la innovación bruta: materiales con ADN editado, tejidos recombinantes más fuertes que el acero (como los de Kraig Biocraft), o incluso ropa diseñada exclusivamente para avatares en el metaverso.

Todo esto está ocurriendo, claro. Pero no todas las mujeres quieren ser hologramas.

El desfile fue analógico. El mensaje fue digital.

Y aquí es donde la paradoja se vuelve deliciosa. Porque, aunque la colección se presentó en un palacio histórico, con música en vivo y modelos de carne y hueso, el mensaje era digitalizado. Cada plano del vídeo oficial parecía cuidadosamente diseñado para recorrer Instagram en segundos, para viralizarse entre estilistas y arquitectos del estilo.

La única queja, si se me permite, es esa obsesión del vídeo con los zapatos. Dejó escapar una oportunidad gloriosa: mostrar con detalle los acabados de los tejidos, que posiblemente incluían alguna forma de smart fabric o tratamiento técnico. Un primer plano de ese cachemir bordado podría haber contado más del futuro que un holograma.

Pero también es parte del juego. En la era de los filtros y las distorsiones, no mostrarlo todo puede ser la estrategia más futurista de todas.

Max Mara no grita, susurra. Y ese susurro llega más lejos

A veces el verdadero impacto no está en la forma, sino en el eco. En un mundo que corre hacia la hiperconexión, Max Mara nos dice que quizás el futuro no está en ser más rápido, más brillante, más innovador… sino en ser más humano.

Esta colección “Venere Vesuviana” es una cápsula de elegancia atemporal lanzada en una dirección muy clara: hacia adelante. Pero sin olvidarse de mirar por el retrovisor. Y eso, en los tiempos que corren, es un acto de valentía.

“Hay prendas que no son de esta época, pero tampoco de ninguna otra. Son de quien las lleva.”

¿Y si el verdadero futurismo fuera aprender a mirar de nuevo?

Mientras las grandes marcas se obsesionan con integrar inteligencia artificial, blockchain textil o ropa con WiFi, Max Mara apuesta por algo mucho más sofisticado: el alma de las prendas.

Es el futuro contado con seda napolitana y tacto humano. Un mañana que no se mide en megabytes, sino en miradas. ¿Será esa la moda que necesitamos? ¿O preferimos seguir vistiendo como si la ropa fuera un gadget más?

Porque quizá la mayor innovación no esté en lo que se lleva… sino en cómo nos hace sentir llevarlo.

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Enlaces naturales integrados:

¿Será Max Mara la última firma en recordarnos que el futuro de la moda también puede oler a pasado? ¿O estamos, simplemente, ante una nueva forma de mirar lo eterno?

Diseños personalizados y técnicas tradicionales impulsan la joyería artesanal

 

La joyería artesanal se encuentra en una etapa de crecimiento sostenido gracias a la demanda de productos únicos, realizados con técnicas tradicionales y una clara apuesta por el valor del trabajo manual. Lejos de los procesos industriales, esta forma de producción prioriza la autenticidad, la calidad del acabado y la conexión entre quien crea la pieza y quien la lleva. En ferias especializadas, plataformas digitales y tiendas independientes, la oferta de piezas elaboradas de forma manual gana visibilidad y responde a nuevas formas de consumo.

La joyería artesanal hecha a mano se caracteriza por la elaboración cuidada y la atención a los detalles. Cada pieza pasa por múltiples etapas, desde el diseño hasta el pulido final, lo que permite un mayor control sobre el proceso y la posibilidad de realizar productos completamente personalizados. Esta modalidad de producción permite trabajar con una amplia variedad de materiales, desde metales nobles hasta piedras naturales, maderas, cerámicas o textiles, según el enfoque del autor o las tendencias del momento.

Diseños personalizados y técnicas tradicionales impulsan la joyería artesanal 42

Uno de los aspectos más valorados es la posibilidad de ofrecer un diseño único. A diferencia de la joyería producida en serie, la hecha a mano permite ajustes en tamaño, color, textura o material, lo que se adapta mejor a los gustos individuales. Además, muchas marcas y creadores priorizan el uso de insumos locales o reciclados, lo que agrega valor desde la perspectiva de la sostenibilidad. Esta forma de trabajo también permite una trazabilidad completa del producto, desde el origen de los materiales hasta la entrega al cliente final.

Las técnicas utilizadas suelen combinar métodos tradicionales con enfoques contemporáneos. Entre las más empleadas están el engastado manual, la filigrana, el esmaltado, el calado y la soldadura con soplete. En algunos casos, los joyeros incorporan también tecnologías como el corte láser o el diseño asistido por computadora para mejorar la precisión sin perder el carácter manual. Esta mezcla de tradición e innovación es una de las claves que permiten a los proyectos mantenerse competitivos y actuales.

En mercados como España, Argentina o México, el interés por este tipo de productos ha llevado al surgimiento de colectivos de orfebres independientes, talleres colaborativos y ferias especializadas. Estas redes funcionan como espacios de aprendizaje, comercialización y visibilización, lo que permite a los emprendedores desarrollarse profesionalmente sin depender de grandes cadenas de distribución. También se observa una creciente presencia en plataformas de comercio electrónico, donde los consumidores valoran la posibilidad de adquirir directamente del fabricante.

Otro factor importante es el vínculo con la identidad cultural. Muchas piezas toman referencias de tradiciones locales, símbolos regionales o técnicas ancestrales. “Este enfoque no solo rescata conocimientos que han pasado de generación en generación, sino que también aporta un componente narrativo a cada creación. Para quienes compran estas joyas, el valor no se encuentra solo en el objeto, sino también en su historia y contexto”, explican en Ginkgo.

El público que elige este tipo de productos suele estar motivado por razones estéticas y éticas. La búsqueda de exclusividad, la valoración del trabajo y la preocupación por el impacto ambiental son motivaciones frecuentes. Al tratarse de un proceso en el que se puede conocer quién fabrica la pieza, cómo se hace y con qué materiales, se genera una relación más directa y transparente entre creador y cliente.

Además del crecimiento en ventas, muchas iniciativas están explorando nuevos formatos de formación. Talleres presenciales y virtuales, cursos cortos, residencias artísticas y colaboraciones con instituciones académicas han permitido profesionalizar aún más el oficio y acercarlo a nuevos públicos. Esta apertura ha generado también una renovación en los estilos y en las formas de producir.

La expansión de la joyería artesanal hecha a mano muestra que existe un espacio para modelos productivos más cercanos, sostenibles y centrados en el valor del oficio. Este crecimiento refleja una transformación en las formas de consumo, donde cada vez más personas eligen objetos con sentido, elaborados con técnicas que respetan los tiempos y conocimientos del trabajo manual.

 

Bmmat Brand: las sneakers artesanas con alma punk y sello español

 

Lo que comenzó como una chispa de inspiración en la mente de Alberto Comín en octubre de 2024, se convirtió en una realidad en marzo de 2025. Así nació Bmmat Brand, una propuesta original que ya da que hablar en la escena de la moda española.

Bmmat Brand: las sneakers artesanas con alma punk y sello español 43

La marca irrumpe con un concepto claro y original, que sus creadores definen como: “Sneakers con alma, muy animal soul”. Más que zapatillas, son una declaración de identidad y de amor por sus mascotas caninas. Tanto es así que se prevé la llegada a ciertos establecimientos de mascotas premium con stands para que puedan acercarse al gran público.

Inspiradas en los valores de sostenibilidad, calidad, comodidad y un diseño único, las sneakers de Bmmat apuestan por romper esquemas. ¿Su sello distintivo? Reemplazar los patrones geométricos convencionales por siluetas punk de perros como el bulldog francés o el caniche, llevándolos directamente al calzado urbano. Además, próximamente se espera que estén también disponibles los modelos de chihuahua y jack russel.

Una apuesta artesanal con corazón

Cada par de sneakers nace en una fábrica familiar de Elche, donde tres artesanos que son hermanos transforman cuidadosamente un trozo de tela vegana en una pieza de moda con carácter.

Puntada a puntada, dan forma al calzado antes de aplicar, mediante serigrafía, las icónicas figuras caninas que definen el ADN de la marca.

Bmmat Brand no solo propone una estética distinta: ofrece una forma de caminar con estilo, ética y personalidad.

De hecho, espera duplicar su facturación en el segundo semestre en vista de la buena acogida que están recibiendo la marca y los modelos disponibles.

La RETRO FASHION es el nuevo lujo del futuro

¿Por qué la RETRO FASHION no pasa de moda ni pasará nunca? La RETRO FASHION es el nuevo lujo del futuro

Estamos en julio de 2025, y Kylie Jenner lo ha vuelto a hacer. En la última campaña que protagoniza, mezcla como si fuera alquimia pura lo retro fashion con una visión de ciencia ficción estilizada. 👽✨ No es una moda, es una declaración de principios. Y lo curioso —lo verdaderamente revelador— es que esa estética de los años 90 y 2000 que tanto intentamos dejar atrás… ahora vuelve para salvarnos.

Kylie Jenner Rocks Retro Fashion for Popular Designer Brand’s Latest Campaign
byu/Poutcheki inSeneweb

El fenómeno de la retro fashion no es una simple tendencia. Es una grieta en el tiempo por donde se cuela el futuro disfrazado de pasado. Es la forma en la que la moda nos recuerda que lo que creíamos superado nunca se fue realmente. Lo vintage resucita, pero con un twist robótico, futurista, cyber y casi místico. Y cuando lo ves en la pasarela, no puedes evitar preguntarte: ¿estamos recordando o estamos prediciendo?

El vintage ya no es pasado, es tecnología emocional

Lo noto apenas comienza la campaña de Kylie. No hay timidez en esos trajes de punto largos ni en las gafas envolventes tamaño XL. Hay algo más: una nostalgia con GPS incorporado. Lo vintage ya no es esa ropa vieja con olor a armario, es un terreno fértil donde la memoria se actualiza en 4D.

El futuro se viste de pasado porque ya no le teme al ayer”.

Y aquí está el truco que no se enseña en ninguna escuela de moda: mientras los diseñadores experimentan con tejidos inteligentes y cortes imposibles, la emoción sigue siendo lo más tecnológico que tenemos. Eso, y una buena cazadora de los 90 con reflejos metálicos.

Lo que era “ropa de antes” ahora lleva sensores, cambia de forma con el calor y carga tu móvil si hace sol. Y esto no es una escena de Blade Runner. Es París, Milán, Tokio… y también Instagram, TikTok y tu calle, si sabes mirar.

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¿Por qué todo parece tan noventero otra vez?

Lo llaman “nostalgia vicaria”. Yo lo llamo el deseo de vivir una época que solo existió en vídeos VHS y fotos granuladas. La moda vintage de los 90 ha vuelto, pero no es un déjà vu cualquiera. Es una realidad aumentada del recuerdo.

Las marcas lo saben. Por eso apuestan a lo grande por looks que parecen salidos de una película de hackers de 1998, pero que en realidad son más avanzados que cualquier cosa que se llevó entonces. El estilo años 90 es solo el marco. El cuadro se pinta con materiales que se activan al tacto, se moldean con calor y hasta se comunican entre sí.

Y mientras tanto, las grandes casas de moda excavan sus propios archivos como arqueólogos de lujo. Gucci, Dior, Fendi… todos a la caza de ese vestido perdido que pueda renacer como ícono post-digital.

Cuando el cyber se convierte en segunda piel

Aquí es donde entra el lado oscuro y fascinante del asunto: el cybercore. Una estética que no se conforma con homenajear el pasado, sino que lo hackea con visión de futuro. No son solo prendas, son interfaces corporales. Ropa que brilla, que respira, que protege, que anticipa.

La moda futurista ya no se imagina con trajes de astronauta, sino con sudaderas de corte XL que podrían albergar una inteligencia artificial o un chip neuronal. El futuro no se lleva, se instala.

No es un outfit, es un sistema operativo emocional”.

Y lo más hermoso (y perturbador) es cómo todo esto se mezcla con la melancolía. Porque en el fondo, lo que queremos no es solo avanzar. Es volver, pero volver distintos.

Las nuevas telas son más listas que nosotros

Los smart textiles ya no son prototipos, son herramientas. Hay tejidos que cambian de color según tu temperatura. Otros que te avisan si algo anda mal en tu cuerpo. Otros que se conectan entre sí como si fueran redes sociales táctiles.

El MIT y universidades de California ya fabrican materiales con memoria, fibras que se autoajustan, paneles solares tejidos que convierten tu abrigo en batería. Y por si fuera poco, la investigación no se detiene: hongos, algas, celulosa bacteriana… todo lo que antes se consideraba desperdicio, ahora se convierte en alta costura del futuro.

Pero lo más punk de todo esto es que el diseño ya no es un acto humano solitario: es una conversación entre humanos, máquinas y recuerdos.

Kylie, A$AP y el marketing del pasado que te atrapa en el futuro

Las celebridades no son idiotas. Tampoco las marcas. Cuando Kylie se pone un Versace del 99 para caminar por la alfombra roja en 2025, no está siendo vintage: está siendo visionaria. Está reescribiendo el código de lo que significa «estar a la moda».

Y cuando A$AP Rocky habla de retro ghetto futurism, no está vendiendo ropa: está vendiendo un relato en el que la marginalidad estética se convierte en culto pop. La moda no solo viste: traduce épocas. Interpreta. Inventa puentes entre mundos que parecían no tener nada que ver.

“El pasado vende porque ya conoce todos tus puntos débiles”, dicen algunos. Yo prefiero pensar que el pasado triunfa porque es el único que sabe cómo hacerte sentir real en medio del algoritmo.

Robótica, desfiles con IA y prendas que respiran

Ya hay robots que desfilan en lugar de modelos. No por reemplazo, sino por diálogo. La robótica entra en la moda no como amenaza, sino como espejo. Un robot que lleva Chanel dice tanto sobre nosotros como un influencer que simula espontaneidad en TikTok.

La moda retro-futurista entiende eso. Que estamos a medio camino entre el maniquí y la máquina. Que lo humano y lo artificial no compiten: se cruzan, se fusionan, se visten el uno al otro.

Y mientras tanto, diseñadores usan IA para crear fondos con estética de los 60 en entornos digitales. Estás en 2025, pero ves un desfile que parece grabado en 1968, renderizado en 8K, diseñado por un algoritmo que aprendió todo viendo “Barbarella”.

¿Y qué pasa con el negocio de lo vintage?

Pasa lo inevitable: explota. El mercado de segunda mano está proyectado para superar los $350 mil millones en apenas dos años. Y no es porque queramos ahorrar. Es porque hemos descubierto que el valor ya no está en lo nuevo, sino en lo inagotable.

Las prendas vintage son como el buen vino: cuanto más tiempo pasa, más historias tienen. Y eso, en una época donde todo es efímero, se paga caro. Las casas de moda lo saben, y por eso abren departamentos enteros para “minar sus archivos”. Buscar, rescatar, reversionar. El pasado como investigación. La nostalgia como I+D.

Y en ese juego, hay un nuevo tipo de consumidor: el coleccionista de lo retro-futurista. No compra ropa, construye museos portátiles.

“No hay futuro sin memoria”, decía mi abuela

Nunca fue tan literal como ahora. La retro fashion no solo revive siluetas y estampados. Revive emociones. Construye identidades. Nos recuerda que el futuro, cuando llega, siempre se parece un poco a nuestros sueños de infancia. A esos dibujos de naves espaciales con hombreras y gafas redondas. A esos videos de Britney y Missy Elliott que ahora inspiran colecciones completas.

Kylie, en esta campaña, no está mirando atrás. Está señalando hacia adelante, pero con los pies firmemente anclados en la historia. Y lo hace con un vestido que parece sacado de 1999, pero que respira 2025 por cada costura.

“La moda es una máquina del tiempo con cremalleras”

Y como toda máquina, solo funciona si sabes cómo activarla. ¿Será que el próximo gran avance no vendrá de Silicon Valley, sino de un mercado de pulgas? ¿Será que la mejor innovación no se diseña, sino que se recuerda?

Quién sabe. Lo único cierto es que la retro fashion ha venido para quedarse. Porque en un mundo donde todo cambia cada cinco minutos, hay algo profundamente subversivo en volver al pasado… y reinventarlo con LEDs y visión nocturna.

El futuro, después de todo, nunca fue nuevo. Solo estaba esperando a que nos atreviéramos a volver con estilo.

¿SYMPOIESIS está reinventando la alta costura desde el fondo del mar?

¿SYMPOIESIS está reinventando la alta costura desde el fondo del mar? La moda futurista que cultiva algas vivas y respira como un organismo

Estamos en julio de 2025, en un rincón húmedo y electrificado de París. El aire vibra con murmullos de admiración y un eco salino flota en el ambiente. La pasarela no ruge, ondula. Y SYMPOIESIS, esa palabra que suena a conjuro y ciencia ficción, se despliega ante nosotros como una criatura nacida del océano y la máquina.

SYMPOIESIS no es solo una colección. Es una declaración viva. Un manifiesto vestido con organza translúcida, cargado de luz azul y de preguntas sin respuesta. ¿Puede un tejido sentir? ¿Puede una prenda crecer? ¿Y si la moda no se diseña, sino que se cultiva como un coral en la orilla del tiempo?

«La moda del futuro ya no se cose, se cultiva«. Y SYMPOIESIS lo demuestra sin decir palabra, con un susurro de seda líquida y una explosión de bioluminiscencia que atraviesa la sala como un rayo de luna bajo el agua.

¿SYMPOIESIS está reinventando la alta costura desde el fondo del mar? 46

Un vestido que respira al ritmo del mar

Recuerdo exactamente el instante. Un parpadeo. La sala entera en silencio expectante. Y entonces, aparece. El primer look de SYMPOIESIS: un vestido hecho de 125 millones de algas vivas, encapsuladas en un gel que brilla al moverse. No es un disfraz, no es una ocurrencia. Es un organismo artificial que respira, palpita, reacciona. Como si Dior hubiera sido arrastrado por la corriente hasta el fondo del océano.

Verlo es como espiar una sinfonía que no ha sido escrita. Cada pliegue late. Cada capa responde al entorno. Hay algo profundamente humano en su fragilidad, y al mismo tiempo, algo completamente ajeno, casi cósmico. Este no es un vestido, es una criatura. Y nosotros, apenas espectadores de su biología.

¿Qué es biodesign y cómo se cuela en tu armario?

Hace tiempo que el biodesign dejó de ser una palabra rara para convertirse en una promesa textil. Ya no hablamos solo de moda bonita, sino de moda viva, hecha con organismos que respiran, fermentan, iluminan o protegen. No hay tela sin ciencia, ni costura sin laboratorio. Bacterias que tiñen sin veneno. Algas que dan color sin ensuciar ríos. Proteínas fermentadas que lucen como seda y se degradan sin dejar rastro.

Todo eso, condensado en una prenda. Y no cualquier prenda: alta costura que se transforma en jardín submarino.

Los nuevos materiales como Brewed Protein™ –cultivados como cerveza en reactores japoneses– o los pigmentos de Algaeing, que reducen un 80% el uso de agua frente al algodón tradicional, están desplazando al viejo glamour por algo más misterioso y honesto: la vida misma. Como si la moda, cansada de imitar a la naturaleza, por fin hubiera decidido aliarse con ella.

La organza ondula como una ola y nadie sabe si es tela o bruma

He tocado esa tela. Sí. El Super Organza japonés, con sus 5 gramos por metro cuadrado, apenas se deja atrapar entre los dedos. Parece que va a desaparecer. Pero cuando el aire lo atraviesa, cobra forma como una medusa al sol.

Una diseñadora del equipo lo describe así mientras moldea un busto: “Es como vestir el aliento de una sirena”. ¿Exagerado? Quizá. Pero imposible no creerlo cuando ves esas capas cortadas con láser, flotando como espuma. El airfabric vibra como si tuviera memoria del mar, y lo más inquietante es que quizá sí la tenga.

La prenda no se cose, se cultiva con el entorno”. Así lo explican desde el atelier. Cada look exige no solo una aguja, sino también una pecera calibrada con precisión milimétrica. Las algas no son decoración, son habitantes. Y su luz depende de los ciclos circadianos, de la temperatura, del cuidado diario. Como una planta carnívora vestida de gala.

Robots, micromotores y costura que piensa sola

Pero no todo es romanticismo submarino. La otra mitad de SYMPOIESIS vive en los brazos robóticos que cosen sin pestañear, en las microbobinas de oro que hacen que un ala se pliegue con precisión mecánica. ¿Moda robótica? Sí. Pero no como te imaginas. Esto no es una fábrica en China. Es más bien un ballet industrial.

Los cobots de JUKI y los laboratorios como Creative Robotics o RoLL Lab ya trabajan con tejidos imposibles de manipular por humanos. Aquí no hay moldes ni patrones. Solo simulaciones tridimensionales y cortes a escala molecular. Como si el vestido se tejiera solo, mientras el diseñador apenas lo guía.

Y luego están las fibras inteligentes. MXene, por ejemplo, un material que convierte el calor del cuerpo en electricidad. Una prenda que se calienta sola, o que envía datos químicos al móvil. No, no es ciencia ficción. Ya existe. Y lo que es mejor: ya desfila.

El atelier de Van Herpen como oráculo futurista

Iris van Herpen no diseña, interpreta. Así lo siento. Su atelier es más parecido a un estudio de bioacústica marina que a un taller de costura. Allí conviven biofísicos de la Universidad de Ámsterdam, ingenieros de fluidos, artistas de la luz y hasta diseñadores cinéticos. Y entre todos, cultivan sus prendas como si fueran orquídeas mutantes.

No hay bocetos. Hay prototipos orgánicos. El concepto de “nurture design” –diseño por cultivo– es una idea que transforma radicalmente el proceso. La tela no espera ser cortada: crece ya con su forma. A veces, incluso, cambia después del desfile. Se adapta, evoluciona. Como un animal o un virus. Como una flor que decide cuándo florecer.

¿La alta costura puede ser también compost?

La palabra “bio-circularidad” suena rara, pero en este contexto tiene sentido. Las prendas de SYMPOIESIS no están hechas para acumular polvo en vitrinas. Están hechas para morir, descomponerse y volver al ciclo de la vida. Como los residuos que se reintegran al bosque, estas piezas pueden ser compostadas, reprogramadas con calor o simplemente disolverse en agua salada.

Es un giro brutal y hermoso. La moda, por fin, deja de ser eterna. Y eso, lejos de restarle valor, le otorga una dimensión nueva: la del tiempo vivido, la del cuerpo que la habitó. Prendas que envejecen contigo. Que cambian según tu luz. Que dependen de tu ritmo y no del stock de temporada.

¿Y si tu vestido necesitara cuidados como una mascota?

Hay algo ligeramente inquietante en esto. Porque algunas piezas de SYMPOIESIS exigen co-cuidado. No basta con colgarlas del perchero. Hay que alimentarlas. Darles luz. A veces incluso música. Es la simbiosis llevada al extremo: tú cuidas la prenda, y la prenda te protege, te calienta, te observa. ¿Amor textil o dependencia estilística?

La pregunta es inevitable: ¿queremos ropa que piense? ¿Moda que tenga agenda? ¿Y si, en vez de comprarlas, las adoptamos?

“La prenda perfecta no viste el cuerpo, lo escucha”

SYMPOIESIS no es el final del camino, es la primera ola. Una ola que arrastra consigo costumbres viejas y trae con ella un aliento nuevo, cargado de agua, aire y electricidad. La moda deja de ser escaparate. Se convierte en ecosistema, en sistema nervioso, en coral móvil.

Como se explica en esta entrevista con Iris van Herpen, se trata de vestir no solo al cuerpo, sino también a la imaginación, al futuro y al planeta. Pero sin sermones. Sin ideología. Solo con forma, luz y textura. Como lo haría una medusa ciega que se deja llevar por la corriente.

«SYMPOIESIS es el Dior del siglo XXI, con tentáculos y bioluminiscencia»

Y aunque todo esto suene a ciencia ficción, lo cierto es que ya está aquí. Ya desfila. Ya brilla. Y ya late.

“La moda transpirable es solo el comienzo de una segunda piel robótica”

Van Herpen no está sola. Otros ateliers están despertando. El biodesign, los tejidos inteligentes y la robótica textil se están infiltrando en todos los rincones del guardarropa. Desde la ropa interior de UNIQLO AIRism, que evapora el sudor como si respirara, hasta las chaquetas ciclismo con AIRTASTIC™, tan ligeras que parecen hologramas.

Como se recoge en este informe de University of Waterloo, las nuevas telas no solo sirven para vestir. Sirven para curar, medir, adaptarse, incluso detectar estados emocionales. Una especie de psicología portátil con botones.

¿Qué viene después de SYMPOIESIS?

Quizá algún día recordemos esta colección como el momento exacto en que la moda se volvió criatura. Cuando dejó de imitar para comenzar a sentir. Cuando se despegó de las temporadas para hundirse en los ciclos naturales.

SYMPOIESIS es un canto silencioso que lo cambia todo. Con sal. Con electricidad. Con movimiento. Y con la certeza de que, en el futuro, no elegiremos solo qué ponernos, sino qué cuidar.

¿Estás listo para convivir con tu ropa? ¿O prefieres seguir vistiendo cadáveres de tela?


“La prenda perfecta no viste el cuerpo, lo escucha”

“SYMPOIESIS es el Dior del siglo XXI, con tentáculos y bioluminiscencia”

“La moda del futuro ya no se cose, se cultiva”


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La MODA FUTURISTA DE CRISTAL ya no es ciencia ficción

¿Por qué la MODA FUTURISTA DE CRISTAL está conquistando las pasarelas? La MODA FUTURISTA DE CRISTAL ya no es ciencia ficción

Estamos en julio de 2025 en algún lugar entre París, Nueva York y otro planeta. La MODA FUTURISTA DE CRISTAL no solo deslumbra en las pasarelas: directamente rompe el molde. ✨ Desde hace un tiempo, algo está ocurriendo con la forma en que concebimos la ropa. Ya no basta con vestir bien; ahora hay que brillar, literal y simbólicamente. Lo que antes era complemento hoy es protagonista. El cristal no se cuelga, se estructura. No adorna, articula. Y yo, testigo entusiasta de esta mutación estética, me rindo ante su poder escultural y su guiño a un mañana que ya no parece tan lejano.

«La moda ya no se cose, se programa.»

Hay vestidos que laten con luz propia. Piezas que podrían estar en una galería de arte tanto como en la alfombra roja. ¿Lo más desconcertante? Algunos de ellos también miden tu temperatura, tu ritmo cardíaco, o cambian de color como una medusa fosforescente en plena rave. El futuro —aunque suene a cliché— ya está aquí, y se presenta cubierto de cristales.

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Cuando el cristal se convierte en tejido

Hace tiempo, durante una visita a un estudio de diseño experimental en los suburbios industriales de Berlín, vi cómo una falda hecha de finísimas láminas de vidrio flexible se deslizaba como agua sobre un maniquí articulado. No crujía, no rompía, no amenazaba cortarte. Era Willow Glass, el vidrio ultrafino de Corning, el mismo que podría terminar envolviendo tu smartphone… o tu cintura. Con apenas 100 micras de espesor, sus propiedades de flexión y transparencia lo vuelven perfecto para esa alta costura futurista que quiere rozar lo biónico sin perder glamour.

La magia técnica detrás de estas maravillas no es poca cosa. Estamos hablando de compresión iónica, tensiones superficiales, limpieza química de bordes, y cosas que suenan más a laboratorio de física cuántica que a taller de costura. Pero lo que sale de ahí… es pura alquimia textil.

«Una prenda de cristal puede ser más suave que el satén, si sabes cómo doblarla.»

Moda cyberpunk con alma vintage

Curiosamente, esta corriente no reniega del pasado. Todo lo contrario. La estética de la moda cyberpunk se nutre de referencias retro: lentejuelas de los 60, siluetas disco de los 70, el exceso kitsch de los 80. Lo que cambia es la intención. Ya no hablamos de nostalgia, sino de reprogramación. Las piedras no son solo brillantes: son circuitos. Los flecos no solo ondean: emiten luz. Y las estructuras no solo acentúan el cuerpo, sino que interactúan con él.

Las tendencias sci-fi que antes estaban confinadas a las portadas de álbumes de synthwave o los desfiles imposibles de Thierry Mugler, ahora se democratizan gracias a firmas como Area, que ha sabido mezclar hotfix manual con técnicas artesanales para vender vestidos de 800 dólares tan galácticos como usables.

Y mientras tanto, nombres como Iris van Herpen siguen construyendo templos biomiméticos sobre pasarelas invisibles. Sus vestidos son organismos, cuerpos paralelos. Cada pieza es un híbrido entre coral y colisionador de partículas. Son difíciles de explicar, pero imposibles de olvidar.

“La verdad espera. Solo la mentira tiene prisa.” (Proverbio tradicional)

Entre ciencia y estilo: cristales que sienten

¿Puede un vestido medir tus emociones? La respuesta ya no es ciencia ficción. Gracias a la fusión de cristal wearable y tecnología e-textil, ahora hay tejidos que sienten. La moda se convierte así en una interfaz: te viste y te lee. Fibra conductora, tintas inteligentes, LEDs tejidos. Un corsé puede mostrar tu nivel de estrés, una falda puede regular tu temperatura corporal, y unas mangas pueden responder con vibración al tacto.

Pero lo más hermoso, lo que verdaderamente emociona, es cómo todo esto no sacrifica un ápice de belleza. A veces, los diseños más techie tienen alma artesanal. Hay hotfix ultrasónicos, sí, y resinas programables, pero también hay manos que colocan a pulso cada cristal como si fuese un poema.

«Entre cada brillo hay una intención, y entre cada chispa, una historia.»

¿Es posible un lujo más justo?

Aquí entra en escena Kevin Germanier, ese alquimista contemporáneo que reutiliza cristales sobrantes de Swarovski como si fueran diamantes caídos del Olimpo. Él no vende moda, vende declaraciones. En un mundo donde el exceso se asocia al despilfarro, su trabajo demuestra que el lujo también puede ser sensato. Hay belleza en lo que ya existe, en lo que se recupera, en lo que se recicla.

Y eso nos lleva a una pregunta más amplia: ¿puede la moda cristalina ser responsable? La respuesta, sorprendentemente, es sí. Los cristales reciclados tienen menos de la mitad del impacto ambiental de los extraídos. Los bio-cristales, casi nulo. Las nuevas resinas son biodegradables. Incluso los adhesivos están diseñados para disolverse sin dejar rastro.

“Lujo no es lo que brilla, sino lo que permanece.”

El futuro ya está modelado

Pero volvamos al futuro, o mejor dicho, al presente eterno de las pasarelas. Hoy se diseñan prendas desde algoritmos. El modelado 3D permite planificar cómo interactuará la luz con cada ángulo del vestido, cómo se moverá cada pieza al ritmo del cuerpo. Y ahora, la inteligencia artificial sugiere colocaciones de cristales en tiempo real, personalizadas para cada físico, cada gesto, cada fantasía.

Estamos hablando de vestidos que cambian de color, que reaccionan al calor, que proyectan imágenes holográficas en movimiento. ¿Un vestido que narra una historia? Sí, ya está en proceso. ¿Una capa que se activa con la voz? También. ¿Un tocado que se ilumina al ritmo de tu pulso? Lo vi en Tokio.

Entre lo wearable y lo sagrado

El resultado de todo esto es algo que ya no se puede etiquetar como moda, ni como tecnología, ni como arte. Es una especie de rito contemporáneo, donde cada prenda es un tótem que condensa técnica, estética, historia, alma. Como si en cada cristal hubiera un secreto, una contraseña para acceder al mañana.

La moda futurista de cristal no quiere simplemente deslumbrar: quiere redefinir. Quiere que nos preguntemos qué es un cuerpo, qué es belleza, qué es comunicación. Porque en un mundo saturado de ruido, quizá lo más impactante sea una prenda que brilla… sin emitir una sola palabra.

¿Será este el verdadero lujo del futuro?

La próxima vez que veas un vestido cubierto de cristales, no pienses en lentejuelas ni en princesas. Piensa en circuitos, en códigos, en sensores. Piensa en cuerpos que dialogan con la luz. En estructuras que no solo cubren, sino que expresan. Porque eso es lo que está en juego: el lenguaje nuevo del vestir.

Y ahora que lo sabes… ¿te atreverías a ponerte uno?


Enlaces naturales integrados:

¿Y tú? ¿Te pondrías un vestido que respira contigo? ¿O preferirías que la ropa no hablara tanto?

¿Es CEDAR CHIC el aroma que huele a camisa blanca?

¿Es CEDAR CHIC el aroma que huele a camisa blanca? CEDAR CHIC transforma el perfume en un gesto de elegancia pura


Estamos en el verano de 2025 en la ciudad de Nueva York, y la brisa trae consigo algo inesperado: no es el olor a asfalto caliente ni el dulzor de los puestos callejeros de pretzels, sino una estela limpia, elegante y provocadora. CEDAR CHIC no es un perfume cualquiera. Es una declaración sin voz, un susurro de poder que se lleva puesto como quien se abotona la camisa blanca más perfecta del mundo. Sí, esa. La de Carolina Herrera.

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«Una camisa blanca no necesita presentaciones. Tampoco CEDAR CHIC.»

Esa es la promesa. O la trampa. Depende de cómo lo mires.

La camisa blanca que nunca se mancha

Hay una liturgia en planchar una camisa blanca. El vapor, el crujido del algodón al alisarse, la geometría perfecta del cuello y los puños. No hay color más honesto que el blanco ni prenda que exija más entereza. Carolina Herrera lo sabe. Lleva décadas haciendo de la camisa blanca su escudo, su uniforme de guerra, su gesto más íntimo y poderoso.

Y ahora lo embotella.

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CEDAR CHIC nace de esa obsesión textil convertida en aroma. De esa forma que tiene la moda de colarse en la piel sin pasar por la pasarela. Porque no hay prenda más neutral ni más feroz que una camisa blanca bien llevada. El perfume no se inspira en el lino ni en el algodón egipcio. Se inspira en lo que pasa dentro de ti cuando te la pones. En lo que proyectas sin decir una sola palabra.

Cuando el perfume no huele a flores, sino a carácter

Las fragancias suelen jugar a ser jardines. Flores, frutas, azúcares, almizcles dulzones. Pero CEDAR CHIC juega a otra cosa. Juega a ser tú en tu mejor versión. El cedro, como es de esperar, marca el ritmo. Una nota firme, seca, casi viril, que sin embargo no necesita levantar la voz. No quiere gustar a todos. Ni falta que le hace.

Hay algo en su arquitectura que recuerda a esos perfumes de antes, pero sin nostalgia. Es más bien una modernidad sin artificios, sin lentejuelas. Como un esmoquin bien cortado. Como la voz grave de alguien que entra en la habitación y no necesita anunciarse.

“No es un perfume para que te quieran. Es para que no te olviden.”

Eso me dice la dependienta mientras lo pruebo por primera vez en la boutique de Madison Avenue. No sé si me está vendiendo una metáfora o un arma.

Perfume de autor, alma de camisa

La colección Herrera Confidential, a la que pertenece CEDAR CHIC, no es para amateurs. Son perfumes con apellido, con pasado, con un vestuario entero detrás. Son como esas películas europeas que no se entienden del todo pero te dejan pensando semanas. El envase, por ejemplo, parece una joya. Oro y cristal oscuro. Sin florituras. Como si custodiaran una pócima secreta y ancestral.

Y sin embargo, al olerlo, todo es claro. Es como entrar en una habitación llena de luz natural, paredes blancas, suelo de madera, y una ventana que da al mar. Un perfume que no quiere esconderte. Que no enmascara. Que no actúa. Más bien revela.

CEDAR CHIC huele a conversación inteligente, a piernas cruzadas con elegancia, a decisiones firmes y caricias lentas. A dominio sin prepotencia. A alguien que se ha quitado muchas capas y no tiene miedo a quedarse con la más esencial.

“El lujo no es exageración, es precisión”

Eso solía decir Carolina Herrera. Y esta fragancia le hace justicia. Hay algo radicalmente sobrio en su composición. No busca encandilarte con mil notas imposibles. No quiere dejarte mareado. Quiere que lo entiendas a la primera, y que vuelvas. Que no lo olvides. Que lo reconozcas a distancia.

Como la letra de una canción que no sabías que sabías.

Y claro, también hay un guiño al arte de la costura. A la línea que cose la tradición y el futuro. A la forma en que la moda puede convertirse en un perfume, sin perder un solo pliegue de su carácter. No es casual que lo hayan presentado como una reinterpretación del icono más personal de Herrera. Porque no hay nada más íntimo que el aroma. Y pocas prendas más íntimas que una camisa.

La estela que deja quien no mira atrás

Imagínate saliendo de una cena. Todos visten de negro, tú llevas una camisa blanca. No dices nada, pero todo el mundo te mira. No es por el escote, ni por el maquillaje, ni por las joyas. Es por algo que no se ve. Que flota. Que permanece en el aire después de que te vas. Eso es CEDAR CHIC.

Y en un mundo que grita, este perfume susurra. En un mercado que bombardea con frascos chillones, este opta por el silencio y la forma. Por la pausa y la decisión. Porque la verdadera elegancia no se anuncia. Se encarna.

“No hay nada más sexy que alguien que no necesita impresionar.”

Exacto. No hay nada más sexy que oler a claridad. A confianza. A seguridad sin arrogancia.


“La elegancia es cuando el interior es tan bello como el exterior.” – Coco Chanel


¿Es este el perfume del futuro o del pasado?

La verdad es que no sabría decirlo. CEDAR CHIC parece no pertenecer a ningún tiempo. Podría llevarlo un caballero del siglo XIX, una empresaria de los años noventa, o una joven del 2025 que simplemente sabe lo que vale. Es un aroma sin edad, sin época, sin urgencias.

Un perfume que no pretende seguir modas, sino marcar un estilo.

Y eso, en estos tiempos, es casi un acto de rebeldía.


CEDAR CHIC no perfuma tu piel, perfuma tu actitud

Y como puedes comprobar tú mismo en la presentación oficial de la marca en su web editorial, lo que hay detrás no es solo una fragancia, sino una visión entera del vestir, del estar, del vivir. Desde el frasco hasta la filosofía, todo está pensado para quien no quiere ser otro, sino ser más de sí.


“El que huele bien, piensa mejor.” (Refrán adaptado)


Entonces, la pregunta no es si este perfume te va a gustar. La verdadera pregunta es:
¿Estás listo para que te recuerden por cómo hueles… y por cómo piensas?

KÔYÉ: moda pensada en París pero creada en Cataluña

 

Concebir en París. Crear en Cataluña. Este binomio define el adn de KÔYÉ, una propuesta de moda que apuesta por el diseño en la capital francesa, pero la confección en un taller a las afueras de Barcelona. “Se trata de una decisión creativa y estratégica que reafirma el compromiso de la firma con la sostenibilidad, la proximidad y la calidad” explican desde la marca.

Fundada por Alicia Issaka en 2019, la marca se distingue por su enfoque artesanal, su producción responsable y su visión multicultural que reivindica una feminidad libre y poderosa.

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Desde su llegada a Cataluña hace varios años, Issaka ha tejido vínculos con el ecosistema creativo de la región, impulsando colaboraciones con talleres textiles, fotógrafos y artesanos.

¿Cuál es el espíritu de esta marca?

En primer lugar, todas las piezas presumen de ser producción local, del taller cercano a Barcelona donde se producen en ediciones limitadas pero, además, con el compromiso de crear un impacto real en la comunidad con empleos dignos y potenciando el saber hacer regional.

Son diseños pensados para mujeres en movimiento, con vestidos envolventes, tops esculturales o faldas fluidas. Prendas, en definitiva, versátiles y atemporales capaces de acompañar a cualquier tipo de mujer en todas sus facetas desde las raíces de su fundadora, con una herencia francesa, africana y mediterránea.

«KÔYÉ nace del deseo de crear una moda con alma: auténtica, cuidada, cercana Barcelona me ofreció el lugar ideal para dar vida a esa visión. Hoy más que nunca, vestir bien significa vestir con sentido», afirma Alicia Issaka, fundadora y directora creativa.

Con una red creciente de colaboradoras en España, KÔYÉ reafirma su apuesta por el territorio español como núcleo de desarrollo creativo, humano y empresarial. Una moda slow, bella y con valores, que habla con elegancia y coherencia a la mujer contemporánea.

SOBRE KÔYÉ

Fundada en 2019 por Alicia Issaka, KÔYÉ es una firma francesa que combina elegancia atemporal, producción responsable y una visión femenina del vestir. Diseñadas en París y confeccionadas cerca de Barcelona, sus colecciones celebran la autenticidad, la funcionalidad y el arte de vestir con intención. Más allá de la moda, KÔYÉ es una declaración de valores.

 

El uso de faldas en hombres marca un cambio en la expresión de género y estilo

 

La incorporación de faldas en la moda masculina se ha vuelto más visible en los últimos años y forma parte de un fenómeno que combina cambios culturales, sociales y de percepción individual. Esta prenda, tradicionalmente asociada a lo femenino, comienza a incorporarse como una opción más dentro del vestuario cotidiano, especialmente en contextos urbanos y entre las generaciones más jóvenes.

La creciente popularidad de las faldas para hombre está impulsando transformaciones en el ámbito de la moda y en la manera en que se entiende la identidad. Actualmente se comercializan en diferentes diseños, telas y cortes, lo que permite a los usuarios adaptarlas a sus gustos personales. Al adoptarlas, ellos a menudo experimentan un aumento en su autoestima, sintiéndose más auténticos y en sintonía con su verdadero yo. Este proceso de autoafirmación no solo se refleja en su apariencia, sino también en su comportamiento y en cómo se relacionan con los demás.

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El interés por su incorporación al vestuario masculino está vinculado también a una discusión más amplia sobre los estereotipos de género. Para algunos, vestirse de esta forma representa una decisión consciente de cuestionar las normas sociales preestablecidas. Al elegir este atuendo que históricamente no ha sido parte del guardarropa masculino convencional, quienes lo hacen afirman su derecho a definir su imagen por fuera de las expectativas tradicionales.

Además, este tipo de elecciones pueden contribuir a la apertura de espacios de conversación. El uso masculino de faldas genera reacciones diversas, lo que permite plantear temas sobre identidad, libertad personal y representación. A través de esta práctica, se amplía la definición de lo que se considera aceptable dentro del vestuario de ellos, y se favorece la construcción de un entorno más tolerante hacia la diversidad de estilos.

“La exposición a estas nuevas formas de vestir puede tener un efecto directo en las generaciones más jóvenes. En un contexto donde la representación influye en la formación de identidad, ver a hombres usando vestimentas diversas les permite reconocer más opciones posibles para sí mismos”, detallan en Carballo, tienda de ropa masculina. De esta manera, la moda actúa como un vehículo que facilita procesos de exploración personal sin necesidad de seguir modelos únicos o cerrados.

Por otro lado, algunos usuarios destacan beneficios vinculados al bienestar emocional. Vestirse con prendas que se ajusten a su percepción de sí mismos puede contribuir a reducir tensiones sociales y aumentar la sensación de comodidad. La coherencia entre imagen externa y percepción interna se vincula, en muchos casos, con mejoras en la autopercepción y menor estrés en situaciones públicas.

También se observan dinámicas de comunidad en torno a este tipo de vestimenta. En redes sociales, eventos y espacios culturales, quienes las eligen comparten experiencias, recomendaciones e incluso estrategias para enfrentar los comentarios o prejuicios. Esta interacción ayuda a crear vínculos de apoyo, así como a reforzar la visibilidad del fenómeno.

La tendencia ha generado respuestas tanto en el ámbito de la moda como en el del análisis social. Diseñadores, marcas independientes y proyectos artísticos han comenzado a incluirlas en sus colecciones, respondiendo a una demanda creciente. La industria, al incorporar estas prendas, también contribuye a legitimar su uso y a naturalizar su presencia en la vida diaria.

El uso de faldas en hombres, más allá de lo estético, refleja un proceso en evolución respecto a la forma en que se construyen las identidades y se ejercen las libertades personales. Su incorporación en la moda masculina representa un ajuste en las normas vigentes y un paso hacia una sociedad que permite más opciones para todos. El fenómeno, lejos de ser una moda pasajera, se vincula con transformaciones culturales de mayor alcance.